Los Embajadores de la Bandera
Había una vez en México, una familia muy especial compuesta por la mamá Rosa, el papá Juan y sus dos hijos, María y Diego.
Vivían en un pequeño pueblo donde todos los días se podía ver flamear la bandera mexicana con orgullo. Un día, mientras paseaban por el parque central, vieron a un grupo de niños mirando la bandera con curiosidad. María y Diego se acercaron para escuchar lo que decían.
- ¡Mira qué bonita es nuestra bandera! -exclamó uno de los niños. - Sí, pero ¿sabes qué significan los colores y el escudo? -preguntó otro niño. María y Diego se miraron sorprendidos al darse cuenta de que no sabían mucho sobre su propia bandera.
Decidieron regresar a casa y preguntarle a sus padres sobre los símbolos patrios. Al llegar a casa, le pidieron a su mamá Rosa que les contara la historia de la bandera mexicana.
Ella sonrió y les dijo:- La bandera de México tiene tres colores: verde, blanco y rojo. El verde simboliza la esperanza, el blanco representa la pureza y el rojo significa la sangre derramada por nuestros héroes.
Los niños escuchaban atentamente mientras su mamá continuaba:- Además, en el centro de la bandera hay un águila devorando una serpiente sobre un nopal. Esta imagen proviene de una antigua leyenda azteca que narra cómo los dioses indicaron a los aztecas dónde debían construir su ciudad.
María y Diego quedaron fascinados con la historia de su bandera. Quisieron aprender más sobre otros símbolos patrios como el himno nacional y el escudo de armas. Juntos, como familia, investigaron y descubrieron todo sobre los símbolos patrios de México.
Cada noche antes de dormir, cantaban el himno nacional y recordaban con orgullo lo que cada color de la bandera representaba.
Un día, durante las festividades del Día de la Independencia, María y Diego fueron invitados a izar la bandera en la plaza principal del pueblo. Conocer su significado les llenó el corazón de emoción al verla ondear en lo alto mientras entonaban el himno nacional junto a toda su comunidad.
Desde ese día en adelante, María y Diego se convirtieron en pequeños embajadores de los símbolos patrios mexicanos. Compartían con sus amigos todo lo que habían aprendido para que juntos pudieran honrar con respeto a su querida bandera.
Y así aquella familia demostró que conocer e interpretar los símbolos patrios no solo era importante por respeto hacia ellos mismos sino también hacia toda una nación que lleva consigo un legado histórico lleno de valentía e identidad.
FIN.