Los Esqueletos del Armario
Había una vez una niña llamada Valentina que vivía en una casa grande y vieja al borde de un frondoso bosque. Su casa estaba llena de habitaciones misteriosas, puertas que chirriaban y un armario que siempre había despertado su curiosidad. Un día, mientras jugaba en su habitación, decidió aventurarse a abrir el armario.
Cuando Valentina empujó las puertas de madera, se sorprendió al ver que, en lugar de ropa, había dos esqueletos sonrientes.
"¡Hola!" - dijo uno de los esqueletos, cuya calavera estaba decorada con un ligero brillo. "Soy Óscar, y él es mi amigo Simón."
Simón, el otro esqueleto, asintió con la cabeza. "¡Hola, Valentina! ¡No te asustes! ¡Estamos aquí para compartir nuestra historia!"
Valentina, en vez de correr, se sintió intrigada. "¿Ustedes pueden hablar? ¿Qué hacen aquí?"
"Vivimos en este armario desde hace cientos de años porque nadie se atreve a abrirlo," - explicó Óscar. "Pero somos solo dos amigos que quieren que nuestra historia sea recordada."
"¿Qué historia?" - preguntó Valentina, sentándose en el suelo, fascinada.
"Vivimos en una época donde los jóvenes tenían miedo de explorar el mundo, así que decidimos mostrarles que la curiosidad es esencial," - dijo Simón con una voz leve y risueña. "Creamos un jardín de lápidas en el bosque, pero en lugar de tristeza, generamos alegría y risas con flores de colores. Todos los que se acercaban podían jugar en nuestro jardín y aprender sobre la vida."
Valentina pensó un momento. "Eso suena maravilloso, pero... ¿cómo hacemos que los demás vengan a conocerlo?"
"Alguien debe abrirse a la aventura y contarles a los demás sobre nuestra idea," - respondió Óscar con emoción. "Esa es tu misión, Valentina. Puedes ser nuestra voz."
Motivada, Valentina empezó a invitar a sus amigos a la casa. Les contó sobre los esqueletos y su mágico jardín. Al principio, todos se rieron y pensaron que estaba bromeando, pero un día, un grupo de niños se animó, junto con Valentina, a abrir el armario.
"¡No hay nada que temer!" - les dijo Valentina mientras empujaban las puertas con decisión. Cuando los niños vieron a Óscar y Simón, se sorprendieron pero luego estallaron de risa. "¡Miren! ¡Dos esqueletos!"
"¡Hola!" - saludaron a los niños a coro."¿Quieren ver nuestro jardín?"
Los niños, emocionados, asintieron con entusiasmo, y juntos se adentraron en el bosque, donde encontraron el jardín lleno de flores y risas.
Valentina y sus amigos comenzaron a jugar, reir, y aprender sobre la importancia de la amistad, la curiosidad y la capacidad de superar el miedo. Desde entonces, el jardín se convirtió en un lugar especial donde los niños del vecindario siempre podían ir a disfrutar de la magia, la creatividad, y sobre todo, la valentía de enfrentar lo desconocido.
Con el paso del tiempo, el jardín fue creciendo y convirtiéndose en un lugar de encuentro para todos, donde cada niño podría aportar sus ideas y creatividad. Óscar y Simón se convirtieron en los guardianes de este hermoso lugar, siempre dispuestos a contar sus historias y a inspirar a nuevas generaciones a no tener miedo de explorar el mundo que los rodea.
Y así, Valentina, junto con sus amigos, aprendieron que a veces las cosas que parecen aterradoras pueden ser en realidad las más maravillosas, invitando a todos a dejar de lado sus miedos y ser valientes reclutadores de aventuras. Y siempre que alguien necesitaba un aliento, solo tenían que abrir el antiguo armario y hablar con sus amigos esqueletos.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.