Los Fantasmas Comen Dulces en Navidad
Era una helada noche de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Dulce. Las luces brillaban en cada casa y el aroma de galletas recién horneadas llenaba el aire. Todos estaban emocionados por la llegada de la Navidad. Sin embargo, en la vieja mansión de la colina, ocurría algo mágico.
Dentro de la mansión, un grupo de fantasmas estaba organizando una fiesta muy especial. Aunque eran invisibles para los humanos, tenían un corazón dulce. El líder de los fantasmas, el Fantasioso, decía emocionado:
"¡Amigos, este año tenemos que hacer algo único! ¡La Navidad no puede ser solo para los vivos!"
"Pero, ¿cómo vamos a celebrarlo?" preguntó Lúgubre, el fantasma más tímido del grupo.
"¡Con dulces!" exclamó Risueño, mientras se frotaba las manos, "Siempre hemos querido probar los dulces que los niños hacen en Navidad."
Los fantasmas, entusiasmados con la idea, decidieron que aquella noche bajarían a la aldea para comer dulces y alegrar a los niños. Sin embargo, había un problema: no podían ser vistos.
"¿Y si usamos la magia?" sugirió Fantasioso, "Podemos disfrazarnos de luces y volar por el pueblo."
Así fue como los fantasmas se transformaron en pequeñas luces parpadeantes y comenzaron su aventura. Volaron por el pueblo y, al ver la hermosa decoración navideña, se sintieron abrumados por la alegría. Sin embargo, el primer lugar que visitaron no fue una casa cualquiera; era la de una niña llamada Clara.
Clara amaba la Navidad y pasaba horas en la cocina ayudando a su madre a preparar galletas y dulces. Esa noche, estaba triste porque su madre había tenido que ir a trabajar y no podía celebrar la Navidad como estaba acostumbrada.
"¡Mirá esos fantasmas!" exclamó Clara cuando vio las luces parpadeantes en su ventana.
Los fantasmas entraron y, sintiéndose un poco nerviosos, decidieron acercarse a ella. Lúgubre, el más tímido, fue quien rompió el hielo.
"Hola, Clara. No te asustes, somos amigos. Venimos a compartir y a alegrar esta Navidad contigo."
Clara, aunque sorprendida, sonrió.
"¿Ustedes son fantasmas? Nunca conocí a ninguno. ¿Qué hacen aquí?"
"Venimos a enseñarte que la Navidad es para compartir, no para estar solos," dijo Risueño.
Decidieron hacer juntos galletas navideñas. Clara se recordó de la receta que le había enseñado su madre y comenzó a mezclar los ingredientes mientras los fantasmas ayudaban haciendo levitar la harina y el azúcar.
"¡Esto es lo más divertido que he hecho!" gritó Clara, riendo mientras los fantasmas hacían travesuras con la masa. Pero mientras trabajaban, un giro inesperado ocurrió.
Un grupo de niños apareció en la puerta, buscando a Clara para jugar. Clara se asustó, pensando que los fantasmas podían ser visibles.
"¡Rápido, escondámonos!" gritó. Mientras Clara escondía a los fantasmas detrás de la mesa, los niños entraron, y para su sorpresa, vieron la cocina llena de dulces.
"¡Guau, qué rica se ve esta galleta!" dijo uno de los niños.
Clara, al ver la emoción de sus amigos, comprendió que era la oportunidad perfecta para compartir su alegría.
"¡Chicos, ayúdenme a decorar estas galletas!"
Los fantasmas se asomaron por detrás de la mesa y comenzaron a brillar intensamente para iluminar la cocina, añadiendo un toque mágico a la escena.
"¡Vamos a hacer la mejor fiesta navideña de todos los tiempos!" dijeron al unísono.
Con risas, música y dulces, la cocina se llenó de alegría. Los fantasmas, aunque invisibles, estaban contentos de haber compartido un momentos con Clara y sus amigos. Al final de la noche, Clara les pidió a los fantasmas que volvieran siempre que quisieran.
"No importa si son invisibles. La alegría de esta noche siempre estará en mi corazón."
Los fantasmas regresaron a la mansión, llenos de felicidad. Habían aprendido que el verdadero espíritu de la Navidad no se trataba de los dulces, sino de la compañía, la amistad y la alegría de compartir.
"Volveremos el próximo año, y esta vez traeremos más amigos. ¡Celebraremos juntos!" dijo Fantasioso, con una sonrisa.
Así, los fantasmas de Villa Dulce se convirtieron en parte de la tradición navideña, siempre listos para compartir un poco de magia, dulces y sobre todo, alegría.
FIN.