Los Frutos de la Honestidad



En la Escuela Primaria Estrella Brillante, todos los días comenzaban con una canción y una gran sonrisa de la directora, la Sra. Martínez. Los chicos la querían mucho, pues siempre tenía una historia interesante que contarles. Un día, la Sra. Martínez entró al aula con un gran paquete misterioso bajo el brazo.

"¡Buenos días, chicos! Hoy tenemos algo muy especial", dijo con entusiasmo.

Todos los alumnos se miraron entre sí, llenos de curiosidad.

"¿Qué es?", preguntó Sofía, la más inquieta del grupo.

"Voy a regalarles algo que va a requerir honestidad, compañerismo y esfuerzo. ¿Quieren saber qué es?", contestó la Sra. Martínez.

Los niños asintieron emocionados.

"Se trata de una competencia en equipos. Cada equipo deberá cultivar un mini huerto en el patio de la escuela. Pero este no será un huerto cualquiera, porque cada planta que crezca representará la honestidad y el trabajo duro de cada uno de ustedes. Al final, el equipo con el huerto más saludable y bonito recibirá un premio sorpresa".

Los chicos aplaudieron. Era la primera vez que se iba a hacer algo así en la escuela.

La semana siguiente, los alumnos se dividieron en equipos: el equipo Rojo, el Azul y el Verde. Al principio, todos estaban emocionados, prepararon la tierra, plantaron las semillas y regaron con gran esmero. Sin embargo, con el paso de los días, empezaron a surgir conflictos.

En el equipo Rojo, Mateo se desanimó porque una de sus plantas no crecía.

"Yo creo que mi planta está muerta", dijo con tristeza.

"No te preocupes, Mateo. Vamos a cuidarla juntos y ver si podemos revivirla", sugirió Ana, tratando de ser compañera.

En el equipo Azul, cuando algunos se dieron cuenta de que su huerto crecía más rápido que los demás, varios quisieron hacer trampa.

"Si tomamos un poco del agua de los otros equipos, nuestras plantas crecerán más rápido", propuso Leo.

"¡No! Eso no sería justo", argumentó Valentina. "El premio no vale la pena si hacemos trampa".

En un rincón del patio, el equipo Verde trabajaba con entusiasmo. Podían ver que su huerto comenzaba a florecer. Pero una tarde, descubrieron que alguien había robado sus semillas.

"¡No puede ser!", gritó Julián. "¡¿Quién ha hecho eso? !".

"Quizás nosotros mismos debemos hablar con los demás y averiguar qué pasó", sugirió Clara, mostrándose participativa.

Finalmente, organizaron una reunión con todos los equipos. Los niños aprendieron que la honestidad y el trabajo en equipo son esenciales. Al compartir lo que había ocurrido, se dieron cuenta que el robo había sido un malentendido; varios habían creído que las semillas eran de todos.

"Entonces, ¿qué les parece si hacemos un día de trabajo colaborativo?", sugirió Sofía. "Así, todos aprenderemos a cuidar el huerto juntos".

Los demás estuvieron de acuerdo, y con ese nuevo enfoque, comenzaron a ayudarse mutuamente. Por fin, al llegar el gran día de la evaluación, cada equipo mostró sus huertos. El equipo Rojo había logrado resucitar la planta débil de Mateo; el Azul había crecido y aprendido de su error, y el Verde mostró extraordinarios vegetales, pero no sin la ayuda de los otros.

La Sra. Martínez sonrió al ver cuánto habían crecido los chicos no solo en sus huertos, sino también como amigos y compañeros.

"Estoy muy orgullosa de todos ustedes. No solo lo más importante es el huerto, sino lo que aprendieron en el camino: que la honestidad, el esfuerzo y el compañerismo dan buenos frutos", dijo con una sonrisa.

Finalmente, decidió dar un premio especial a cada equipo.

"Cada uno de ustedes ha trabajado para conseguir algo muy valioso: hacer de nuestra aula un lugar mejor y más unido. ¡Felicitaciones!"

Desde ese día, el mini huerto de la escuela se convirtió en un símbolo de lo importante que es trabajar honestamente y ayudar a otros para alcanzar las metas. Marta, Mateo, Leo, Clara, Valentina y todos los demás chicos, entendieron que el esfuerzo y la persistencia generan recompensas, pero lo más valioso es el compañerismo que se construye en el camino.

FIN.

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