Los Gatitos de Valeria



Había una vez tres gatitos abandonados en un bosque oscuro y lluvioso. Eran: Luna, un gatito gris con grandes ojos verdes; Nube, un peludito blanquito; y Pompón, un travieso atigrado que siempre estaba inquieto. Ellos estaban hambrientos y asustados, sin saber qué les deparaba el futuro.

Un día, mientras buscaban algo de comida bajo un árbol, escucharon un ruido. Era una niña muy amable llamada Valeria, que alegremente cantaba mientras paseaba por el bosque.

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- Hola, pequeños, ¿qué hacen tan solitos aquí? - dijo Valeria, acercándose.

Los gatitos, un poco asustados, se miraron entre sí.

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- Estamos solos y tenemos hambre - dijo Luna, con un hilo de voz.

Valeria se agachó y sonrió.

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- No se preocupen, yo los llevo a mi casa. Allí tendrán comida y cariño - dijo, extendiendo su mano para acariciarlos.

Los gatitos se animaron y decidieron confiar en ella. Valeria los llevó a su hogar, un lugar acogedor, lleno de luz y alegría. Apenas llegaron, los tres gatitos se sintieron en casa.

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- ¡Miren este lugar! - exclamó Nube, mirando a su alrededor con curiosidad.

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- ¡Es tan cálido! - dijo Pompón mientras se estiraba en una suave alfombra.

Valeria les preparó una rica comida.

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- ¡Delicioso! - maulló Luna mientras comía con entusiasmo.

Después de comer, Valeria se sentó con ellos en el sofá.

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- Me encantaría jugar con ustedes. ¿Quieren aprender algunos trucos? - les preguntó.

Los gatitos saltaron de emoción. Lo que pasó luego fue increíble. Valeria los enseñó a dar vueltas, a saltar a través de aros y a hacer equilibrio sobre su mano. No solo aprendieron a jugar, sino que también se hicieron mejores amigos.

Sin embargo, una tarde, mientras jugaban, llegó una tormenta muy fuerte y asustó a Luna.

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- ¡Valeria, tengo miedo! - maulló, acurrucándose junto a su dueña.

Valeria sonrió y abrazó a Luna.

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- No te preocupes, estoy aquí. La tormenta pasará y siempre estaremos juntos - le dijo, acariciándole la cabeza.

Las palabras de Valeria tranquilizaron a Luna. Los otros gatitos, también asustados, fueron a su lado.

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- Siempre estaremos aquí para cuidarnos unos a otros - dijo Nube, tratando de sonar valiente.

Valeria los miró con amor.

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- Exactamente, somos un equipo. Cuando uno tiene miedo, los demás deben estar ahí para apoyarlo - explicó.

La tormenta pasó y el sol comenzó a brillar nuevamente. Valeria llevó a sus tres gatitos al jardín.

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- ¡Miren qué lindo está el día ahora! - dijo, mientras todos jugaban juntos bajo el sol.

Un día, mientras exploraban el jardín, Pompón empezó a cavar en un lugar.

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- ¡Miren, encontré algo! - rugió emocionado, sacando un viejo juguete.

Valeria lo vio y corrió a su lado.

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- ¡Qué hallazgo! Este era mi juguete cuando era pequeña. Estoy tan feliz de que lo encontraron - se rió, mientras abrazaba a Pompón.

Los gatitos se unieron a la diversión, y juntos animaron a Valeria a jugar a su juego favorito. Con su nueva amistad, Valeria y los gatitos aprendieron el valor de cuidar unos de otros y la importancia de tener un hogar lleno de amor. Cada día juntos era una aventura llena de risas y juego.

Y así, los tres gatitos abandonados que una vez temían por su futuro, encontraron en Valeria no solo un hogar, sino un amor incondicional y una familia. Nunca volvieron a sentir miedo, porque sabían que siempre se tendrían a los unos a los otros. Y así, vivieron felices, jugando y explorando un sinfín de aventuras, siempre juntos.

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- Gracias, Valeria, por darnos un hogar - maulló Luna una noche, mientras se acurrucaban todos juntos en la cama.

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- Gracias por ser mis mejores amigos - respondió Valeria mientras los acariciaba, llenando su corazón de amor.

Y así, terminaron otro día en su maravilloso hogar.

FIN.

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