Los Gatos Aventureros



En un tranquilo vecindario de Buenos Aires, vivían dos gatos muy amigos, Misi y Pipo. Misi era una gata de pelaje atigrado y ojos verdes, siempre curiosa y lista para la aventura. Pipo, en cambio, era un gato negro con blanco, que prefería pensar las cosas dos veces antes de actuar. Un día, Misi dijo emocionada:

"¡Pipo, hoy es el día perfecto para salir a buscar algo rico para comer!"

"No sé... ¿y si no encontramos nada?" – respondió Pipo, algo dudoso.

Pero la determinación de Misi fue contagiosa y pronto ambos decidieron salir en busca de una deliciosa comida. Al salir, se dieron cuenta de que el vecindario estaba más desierto de lo usual. Las calles estaban vacías y no había ruidos, solo una suave brisa que mecía las hojas de los árboles.

"¡Vamos a la plaza! Siempre hay algo para encontrar ahí" – sugirió Misi.

Al llegar a la plaza, encontraron un grupo de palomas picoteando algunas migas de pan. Misi se agachó, dispuesta a acercarse cuando, de repente, un perro salió corriendo hacia ellas.

"¡Espera, Misi!" – gritó Pipo.

Pero era demasiado tarde. Misi salió corriendo y el perro, sorprendentemente, también se detuvo en seco y se puso a ladrar. Misi logró escabullirse, pero el perro, confundido, se fue tras las palomas.

"Ese perro siempre arruina todo" – dijo Pipo, tratando de calmarse.

Luego decidieron que lo mejor sería ir a la casa de la abuela Rosa, que siempre les daba comida. Al llegar, encontraron la puerta entreabierta. La casa estaba callada, pero el aroma de las galletitas recién horneadas llegaba por el pasillo.

"¡Sí! ¡Vamos!" – exclamó Misi, emocionada.

"Pero... ¿y si la abuela está mirando una novela y nos atrapa?" – preguntó Pipo, temeroso.

Sin embargo, Misi ya había entrado, así que Pipo la siguió a regañadientes. Apenas entraron a la cocina, la abuela Rosa apareció con una gran bandeja de galletas en la mano.

"¡Hola, mis queridos gatitos!" – dijo la abuela, sonriendo. – "¿Buscan algo de comer? Aquí tienen unas galletitas que me sobraron. ¡Tomen!"

Pero justo cuando Misi y Pipo iban a tomar la galleta, un ruido fuerte llegó desde la ventana. Era un grupo de gatos del vecindario que se habían reunido para hacer una fiesta al aire libre. Misi miró a Pipo y dijo:

"¡Vamos a unirnos a ellos!"

"Pero... no sabemos si tienen suficiente comida para todos" – respondió Pipo, pensando en los demás gatos.

Misi se encogió de hombros, pero al ver la alegría de los otros gatos, decidió ir con ellos. Una vez que llegaron, descubrieron que estaban compartiendo su comida en un gran plato.

"¡Mirá! Hay suficiente para todos!" – dijo Misi emocionada.

Pipo se sintió mucho más tranquilo y, para su sorpresa, fue acogido calurosamente por los otros gatos. Todos comenzaron a compartir historias y risas, lo que hizo que la comida supiera aún mejor.

Después de comer, los gatos decidieron jugar un rato. Jugaron a la pelota, saltaron y se persiguieron. Misi se olvidó de su objetivo inicial, mientras que Pipo se dio cuenta que la amistad era la mejor comida que podía compartir.

Al terminar la fiesta, Misi y Pipo regresaron a casa con algunos bocadillos que los otros gatos les habían regalado para llevarse.

"Hoy aprendí que a veces lo que buscamos podría estar escondido detrás de otras aventuras" – dijo Pipo con una sonrisa.

"Y que compartir siempre hace todo más divertido" – agregó Misi.

Desde ese día, Misi y Pipo aprendieron que la comida era importante, pero más importante aún era la diversión, la amistad y las aventuras que compartían juntos. Y así, siguieron explorando el vecindario, siempre listos para descubrir nuevas sorpresas, sin importar cuán difícil fuera encontrar comida.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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