Los Gatos de la Alegría
Había una vez en un pueblo lleno de colores, donde el sol brillaba con una luz radiante y los niños corrían felices por las calles. En este lugar vivía una curiosa niña llamada Ana. Ana amaba a los gatos, así que no era raro que pasara sus días jugando con las adorables criaturas que paseaban por el vecindario.
Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, Ana encontró un gato negro muy especial. Era distinto a los demás, su pelaje brillaba como si tuviera estrellitas en él.
"Hola, pequeño gato! ¿Cómo te llamás?" - preguntó Ana, emocionada.
El gato, a sorpresa de Ana, le respondió: "¡Me llamo Estrella! Y tengo la misión de enseñarte algo muy importante."
Ana no podía creer lo que escuchaba. Un gato que hablaba y tenía una misión. "¿Qué es eso tan importante?" - inquirió con gran curiosidad.
"Quiero mostrarte cómo cada pequeño acto de alegría puede iluminar nuestro futuro. Pero primero, debes venir conmigo a un lugar mágico."
Sin pensarlo dos veces, Ana siguió a Estrella por un camino lleno de flores y mariposas. Después de un rato, llegaron a un bosque brillante donde los árboles parecían bailar.
"Este es el Bosque de la Alegría," - explicó Estrella "Aquí, cada rayo de sol refleja las sonrisas de todos los que vienen. Pero hoy, está triste."
Ana miró a su alrededor y vio que algunos árboles parecían apagados. "¿Por qué están tristes?" - preguntó preocupada.
"Los árboles necesitan alegría para brillar. Cada vez que alguien sonríe o hace algo amable, los árboles se iluminan. Vamos, ¡tú puedes ayudarlos!"
Ana se llenó de determinación. "¿Qué puedo hacer?" - preguntó.
"Necesitamos que más niños vengan a jugar y a llenar este bosque de alegría. Pero recuerda, también debes hacer al menos tres cosas amables para que sus sonrisas puedan ayudar a los árboles a brillar."
Ana asintió, y con Estrella de su lado, corrieron al pueblo. Juntos invitaron a todos los niños a unirse a ellos en el bosque.
"¡Vengan! Vamos a hacer algo increíble!" - gritó Ana con entusiasmo.
Los niños, intrigados, siguieron a Ana y a Estrella hacia el bosque. Una vez allí, comenzaron a jugar, a reír y a compartir historias. Pero Ana sabía que eso no era suficiente, así que pensó en lo que podía hacer.
Primero, se acercó a su amiga Valentina. "¿Te gustaría jugar con nosotros, Valen?" - preguntó Ana con una sonrisa.
Valentina, que a veces se sentía sola, se unió rápidamente. "¡Sí! Gracias, Ana!"
Luego, Ana vio que Lucas se había caído. Corrió hacia él y le ayudó a levantarse. "No te preocupes, Lucas, todos nos caemos a veces. ¡Vamos a jugar!" - le dijo Ana mientras lo animaba.
Lucas sonrió. "¡Gracias, Ana!"
Y por último, Ana, sintiendo que necesitaban un poco de diversión extra, llevó a todos a recoger flores para hacer coronas. "¡Miren qué hermosas coronas podemos hacer! ¡Ustedes son geniales!" - exclamó.
Cuando terminaron, el bosque estaba lleno de risas, juegos y alegrías. Ana lo sintió. Una calidez recorrió su cuerpo, y, de repente, los árboles comenzaron a brillar con una luz mágica.
"¡Lo hicimos, Estrella!" - gritó Ana, llena de felicidad.
"Claro que sí! Cada acto de amabilidad y alegría ilumina el futuro. Ahora, los árboles estarán felices y llenos de energía para seguir creciendo," - respondió Estrella con satisfacción.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Ana se dio cuenta de que la verdadera magia estaba en las conexiones que había creado. Aprendió que la alegría y la amabilidad no solo iluminaban un bosque, sino que también podían transformar a las personas.
Desde entonces, Ana, Estrella y sus amigos se volvieron los Guardianes de la Alegría. Organizaron juegos y actividades cada semana, recordando a todos que hasta los actos más pequeños podían cambiar el mundo.
Y así, con luz, futuro, alegría, gatos y niños, el pueblo nunca dejó de brillar.
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FIN.