Los gatos rebeldes



Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de gatos traviesos que vivían en un barrio muy concurrido. Ellos se llamaban Panchito, Mishi, Luna y Pelusa.

Eran conocidos por ser los más juguetones y curiosos de toda la cuadra. Un día, mientras paseaban por las calles del barrio, vieron a lo lejos una feria de comida callejera.

Los olores deliciosos que desprendían los puestos inundaron sus narices y los gatos no pudieron resistirse a acercarse para investigar. "¡Miren eso! ¡Qué rica comida hay aquí!", maulló entusiasmado Panchito. "Sí, pero recuerden lo que nos dijo el señor Martín: "No deben acercarse a la feria"", recordó Luna con voz preocupada.

"¡Vamos! Un poquito no hará daño. Solo queremos probar un bocadito", propuso Mishi con picardía. Y así, sin pensarlo dos veces, los cuatro amigos se colaron entre las piernas de la gente hasta llegar a los puestos repletos de manjares.

Probando de aquí y allá, los gatos disfrutaban cada bocado como si fuera el último.

Pero su travesura fue descubierta por el dueño de uno de los puestos, quien al verlos les gritó:"¡Eh! ¡Gatos traviesos! ¡Fuera de aquí!"Los gatos asustados salieron corriendo tan rápido como pudieron, pero al hacerlo derribaron varios platos y vasijas llenas de comida que terminaron destrozadas en el suelo.

Al darse cuenta del lío en el que se habían metido, los gatos se sintieron mal por su comportamiento irresponsable. "Lo siento mucho chicos. No deberíamos haber desobedecido las reglas", lamentó Pelusa apenado. "Tienes razón. Nos dejamos llevar por la tentación y ahora hemos causado un gran problema", admitió Panchito con pesar.

Decididos a remediar su error, los gatos buscaron al dueño del puesto para disculparse y ofrecerse a ayudar en lo que fuera necesario para compensar el daño causado.

El hombre aceptó sus disculpas y les propuso una idea: organizar juntos una campaña solidaria para recolectar alimentos para animales callejeros. Los gatos trabajaron arduamente promocionando la campaña entre todos sus vecinos del barrio. La solidaridad tocó el corazón de muchos quienes donaron alimentos y colaboraron con la causa.

Finalmente, lograron reunir una gran cantidad de comida que entregaron al refugio local para animales abandonados. Los gatos aprendieron que aunque sus travesuras podían meterlos en problemas, siempre había oportunidades para redimirse haciendo algo bueno por los demás.

Desde ese día en adelante, Panchito, Mishi, Luna y Pelusa se convirtieron en ejemplos de solidaridad y responsabilidad para todos los habitantes del barrio.

Y cada vez que pasaban cerca de la feria recordaban aquella lección aprendida: nunca es tarde para rectificar nuestros errores y hacer algo positivo por quienes más lo necesitan.

FIN.

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