Los Gatos Traviesos y la Vecina Loca
Había una vez, en un vecindario lleno de vida, tres gatos traviesos llamados Pelusa, Manchitas y Gato Negro. Estos gatos eran conocidos por su energía inagotable y su espíritu rebelde. No les gustaba hacer caso a nadie, especialmente a su dueña, la amable señora Rosa.
A la señora Rosa siempre le decía: "¡Vengan aquí, mis gatitos! No se vayan a la casa de la vecina, que no les gusta que entren."
Pero a Pelusa, Manchitas y Gato Negro les encantaba ir a la casa de la vecina loca, la señora Flora. La casa de Flora era un lugar lleno de sorpresas, con adornos brillantes, plantas curiosas y una increíble colección de juguetes para gatos. Cada vez que estaban con ella, se sentían como si estuvieran en un parque de diversiones.
"¡Vamos, chicos! ¡A casa de Flora!" dijo Pelusa, mientras saltaba por la ventana.
"¡Rápido, antes de que la señora Rosa se dé cuenta!" agregó Manchitas, corriendo detrás.
"Espero que tenga esas bolitas de lana que tanto me gustan," dijo Gato Negro con entusiasmo.
Una vez en la casa de la vecina, los tres gatos se lanzaron a explorar. Flora los adoraba y siempre les daba golosinas. "¡Mis gatitos traviesos! ¡Qué alegría verlos!" exclamó, mientras les lanzaba una bola de hilo.
Sin embargo, un día, mientras estaban jugando, algo inesperado ocurrió. Manchitas se metió en una de las cajas de las decoraciones de Halloween y, sin querer, derribó un gran espantapájaros que Flora había hecho con tanto cariño. "¡Oh no! ¿Qué he hecho?" dijo Manchitas, mirando la situación.
Los gatos se pusieron nerviosos. Sabían que Flora podía enojarse. "No puede ver esto... ¡Corramos!" dijo Gato Negro. Y así, salieron disparados hacia el jardín, sin pensar en las consecuencias.
Cuando Flora apareció, vio el desastre y comenzó a llorar. "¡Mi espantapájaros! ¡Era tan especial para mí!" Mientras tanto, los gatos, al ver a su amiga triste, cambiaron de inmediato. Supieron que debían hacer algo para ayudarla.
"¿Qué hacemos?" preguntó Pelusa.
"Tenemos que arreglarlo. Si ella es tan buena con nosotros, es el momento de mostrarle que también nos importa," sugirió Manchitas.
"¡Sí! Vamos a reunir cosas para hacer un nuevo espantapájaros," dijo Gato Negro con determinación.
Los gatos se pusieron manos a la obra. Fueron por el vecindario buscando materiales: una caja de cartón de la señora Rosa, hojas de los árboles, y algunos palos del jardín. Con imaginación y trabajo en equipo, convirtieron todos esos objetos en un espantapájaros todavía más colorido y especial.
Cuando terminaron, volvieron a la casa de Flora. "¡Sorpresa!" gritaron todos a la vez.
La señora Flora se quedó maravillada. "¡Wow, esto es increíble!" exclamó, mirando el nuevo espantapájaros.
"Lo hicimos porque te queremos mucho y queremos que estés feliz," explicó Pelusa con una sonrisa.
Flora, emocionada, abrazó a los tres gatos. "Son unos ángeles. Nunca pensé que me ayudarían así."
Desde ese día, los tres gatos traviesos aprendieron la importancia de ser responsables y de cuidar de quienes los rodean. Aunque continuaron visitando a la señora Flora, ahora también ayudaban a la señora Rosa en casa y prestaban más atención a sus consejos. La vecina loca y los tres gatos se hicieron inseparables, y la casa de Flora se convirtió en un verdadero hogar lleno de risas y aventuras.
Y así, Pelusa, Manchitas y Gato Negro no solo conquistaron el corazón de la señora Flora, sino que también aprendieron que, a veces, hacer lo correcto puede ser una gran aventura.
FIN.