Los Gemelos y el Puente de la Amistad



Érase una vez, en un pequeño pueblo, cinco gemelos llamados Tomás, Lucas, Mateo, Valentina y Sofía. A pesar de ser hermanos, se llevaban tan mal que cualquier excusa era buena para pelear. Tantas discusiones causaron que, al principio, todos los que los conocían pensaran que eran solo niños traviesos. Pero pronto la fama de su enemistad se esparció por el pueblo.

Un día soleado, los gemelos decidieron ir al parque a jugar. El parque tenía un gran puente de madera que atravesaba un pequeño arroyo.

"¡No quiero jugar al escondite con ustedes! Siempre hacen trampa." - gritó Tomás, cruzando los brazos y frunciendo el ceño.

"¡Es que sos el más torpe! Si te escondés detrás de un árbol tan gordon, ¡te encontramos enseguida!" - respondió Lucas, burlándose de su hermano.

"Dejen de pelear, no podemos siempre estar así. ¡Somos familia!" - hizo notar Valentina, con un tono de voz muy serio.

"¿Familia? Para mí no son más que unos molestos enemigos," dijo Mateo, mientras empujaba a Sofía.

Esa tarde, mientras estaban en el puente discutiendo sobre quién debía ser el que contaba, Sofía, harta de la pelea, empujó un poco a su hermano. Sin querer, él perdió el equilibrio y ¡plop! Cayó al agua.

"¡Mateo!" - gritaron todos al unísono.

Mateo nadaba desesperadamente, mientras sus hermanos se asomaban por los lados del puente.

"¡Ayuda!" - pedía Mateo, mientras luchaba para mantenerse a flote.

Por un momento, se miraron los cinco, y la rabia que sentían se convirtió en miedo. Finalmente, Valentina decidió actuar:

"¡Necesitamos ayudarlo! Ya basta de pelear, es nuestro hermano. ¡Voy a buscar una cuerda!" - dijo Valentina.

Todos asintieron y corrieron a buscar una soga. Mientras Valentina iba por ayuda, Lucas, Tomás y Sofía se asomaron por el borde del puente.

"No te preocupes, Mateo. Vamos a sacarte de ahí. ¡Sostenete!" - le gritaron a la vez.

Al llegar Valentina con la cuerda, unieron fuerzas.

"¡Mateo, agárrate fuerte!" - gritó Tomás.

Finalmente, lograron bajar la soga y Mateo, a pesar del miedo, se aferró a ella.

"¡Tiren!" - ordenó Sofía, mientras todos tiraban con todas sus fuerzas.

Con un gran esfuerzo, lograron sacar a Mateo del agua. Cuando finalmente lo pusieron a salvo sobre el puente, todos quedaron fuera de aliento pero aliviados.

"¿Estás bien, hermano?" - preguntó Valentina, mientras limpiaba la cara de Mateo.

"Sí... gracias. No sé qué hubiera hecho sin ustedes," dijo Mateo, con una sonrisa que apenas podía soportar.

Después de esa experiencia, los gemelos comprendieron que, a pesar de sus diferencias, eran familia y siempre estarían ahí para ayudar a uno de ellos. Desde ese día, decidieron dejar de pelear y encontrar formas de disfrutar juntos.

Pasaron los días y frequentaron el parque juntos, riendo y recordando aquella vez en que Mateo se cayó al arroyo. La amistad entre ellos floreció.

"Nunca más quiero pelear con ustedes," dijo Lucas en una tarde de juegos.

"Yo tampoco. ¡La amistad es más importante!" - agregó Sofía.

Bajo el sol de aquel puente, cinco gemelos aprendieron que son inseparables, y que incluso los desacuerdos pueden solucionarse con amor y apoyo.

FIN.

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