Los guantes brillantes de Ezequiel


Había una vez en la selva un elefante llamado Ezequiel, conocido por ser el más elegante de todos los animales. Siempre llevaba puesta una corbata a rayas y un sombrero de copa, y caminaba con mucha gracia y porte.

Un día, mientras paseaba por la selva, Ezequiel encontró unos guantes blancos y brillantes tirados en el suelo. Se le ocurrió que sería divertido jugar con ellos, así que decidió ponérselos en sus enormes patas.

Al principio le resultó un poco difícil acostumbrarse a los guantes, ya que eran bastante ajustados para sus grandes patas. Pero con paciencia y determinación, logró adaptarse y comenzó a jugar con ellos como si fueran sus propias manos.

Ezequiel descubrió que con los guantes podía hacer cosas sorprendentes: pintar hermosos cuadros en lianas utilizando hojas como pinceles, tocar melodías encantadoras en ramas de árboles convertidas en instrumentos musicales e incluso ayudar a otros animales de la selva con tareas que antes le parecían imposibles.

Un día, mientras jugaba con los guantes cerca del río, escuchó llantos provenientes de la orilla opuesta. Era Mateo, un mono travieso que se había quedado atrapado en una rama sobre el agua y no podía bajar.

Sin dudarlo ni un segundo, Ezequiel se lanzó al río y nadó hábilmente hasta donde estaba Mateo. "¡No te preocupes Mateo! ¡Te ayudaré a bajar!", exclamó Ezequiel mientras extendía una de sus patas equipada con el guante hacia el mono.

Mateo se aferró fuertemente al guante de Ezequiel y juntos lograron regresar sanos y salvos a la orilla.

Desde ese día, Mateo aprendió a respetar las advertencias de no trepar tan alto y Ezequiel ganó un amigo fiel gracias a su valentía y generosidad. La noticia sobre la valentía del elefante elegante se esparció rápidamente por toda la selva, convirtiéndolo en un héroe admirado por todos los animales.

Ezequiel comprendió entonces que ser elegante no solo significaba vestir bien o caminar con gracia, sino también saber utilizar tus habilidades para ayudar a quienes lo necesitan.

Y así fue como el elefante elegante demostró que incluso jugando con simples guantes podía marcar una gran diferencia en el mundo que lo rodeaba. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda siempre: ¡la verdadera elegancia está en tu corazón!

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