Los Guardianes de la Alegría
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, tres valientes amigos: Mikel, Arturo y Noa. Mikel era el mayor de todos, con su gorra siempre puesta hacia atrás y su mochila llena de ideas brillantes.
Arturo era el más travieso, con sus rizos rebeldes y su sonrisa juguetona. Y Noa era la más pequeña pero también la más curiosa, siempre lista para descubrir algo nuevo.
Un día soleado, los tres amigos se reunieron en el parque del pueblo para planificar su próxima aventura. Mikel sacó un mapa lleno de colores y les explicó que debían cumplir misiones relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para hacer del mundo un lugar mejor.
- ¡Chicos! Nuestra primera misión será cuidar el medio ambiente plantando árboles en el bosque cercano -dijo Mikel entusiasmado. Los tres amigos se pusieron manos a la obra y juntos plantaron decenas de árboles, riendo y cantando mientras lo hacían.
Luego, decidieron reagarrar la basura que encontraban en el camino hacia casa. - ¡Miren cuántas botellas plásticas hemos recolectado! Podemos llevarlas al centro de reciclaje -exclamó Arturo emocionado.
Así, los tres amigos caminaron hasta el centro de reciclaje donde aprendieron sobre la importancia de cuidar nuestro planeta y cómo cada acción cuenta. De vuelta en Alegría, Mikel propuso otra misión:- Esta vez vamos a ayudar a las personas mayores del asilo a sentirse acompañadas.
Les llevaremos cartas escritas por nosotros para alegrarles el día. Con lápices de colores y papel en mano, los amigos escribieron mensajes llenos de cariño para los abuelitos del asilo. Al entregar las cartas vieron cómo sus rostros se iluminaban con sonrisas sinceras.
Pero la aventura no había terminado aún. Una tarde escucharon hablar sobre la importancia de la igualdad entre niños y niñas, así que decidieron organizar un juego justo donde todos pudieran participar sin importar su género o edad.
- ¡Vamos a jugar al escondite gigante! Será muy divertido -propuso Noa emocionada. Y así lo hicieron: corrieron por todo el pueblo escondiéndose detrás de árboles y bancos, compartiendo risas y complicidad en cada escondite encontrado.
Al finalizar el día, los tres amigos se sentaron juntos bajo un árbol centenario mientras veían caer el sol en el horizonte. Estaban agotados pero felices por todas las aventuras vividas y las lecciones aprendidas sobre solidaridad, respeto al medio ambiente e igualdad.
- Gracias por ser mis amigos inseparables -dijo Mikel con emoción-. Juntos podemos hacer del mundo un lugar mejor si seguimos trabajando juntos como equipo.
Y así terminó esta jornada llena de magia y enseñanzas donde Mikel, Arturo y Noa demostraron que no hay edad para cambiar el mundo si se hace con amor y compromiso hacia los demás.
FIN.