Los Guardianes de la Convivencia
En un rincón del mundo donde las escuelas eran como fortalezas de aprendizaje, se encontraba la Escuela San Superpoderes, un lugar donde todos los niños y niñas tenían la capacidad de desarrollar habilidades especiales. En este colegio, la lección más importante era la de la convivencia y la obediencia, que les permitiría convertirse en verdaderos Guardianes de la Convivencia.
Un día soleado, la maestra Clara reunió a sus alumnos para una actividad especial.
"¡Buenos días, superhéroes! Hoy comenzaremos a aprender sobre el poder de la obediencia y cómo utilizarlo para nuestras misiones”, dijo con entusiasmo.
"¿Qué tipo de misiones, maestra?", preguntó Lucas, un niño curioso con la habilidad de volar.
"Hoy vamos a practicar cómo ayudarnos entre nosotros, y de esa manera, haremos una gran misión para salvar el recreo de la tristeza”, explicó la maestra.
Todos se miraron intrigados. Era hora de poner en práctica lo aprendido en clase.
"Yo puedo volar y ver desde las alturas si alguien está triste”, comentó Sofía, quien podía hacerse invisible.
"Y yo puedo hablar con los animales, quizás ellos nos cuenten si alguien se siente solo”, dijo Tomás, el experto en zoología.
La maestra Clara sonrió.
"¡Exactamente! Uniendo nuestras habilidades seremos capaces de detectar cualquier problema que necesite ayuda! Vamos a dividirnos en grupos tres grupos: los voladores, los invisibles y los comunicadores. ¡A trabajar juntos, superhéroes!"
Los niños se dispersaron por la escuela, llevando consigo sus superpoderes en busca de señales de tristeza. Sin embargo, en la Plaza del Recreo, se encontraron con un inesperado obstáculo. Un grupo de niños estaba discutiendo.
"¡No quiero jugar a la pelota contigo! ¡Eres muy malo!", gritó una niña.
"¡¿Y qué? ! No te necesito!" respondió el niño, cruzado de brazos.
Sofía se hizo invisible y voló hacia la escena, observando a sus amigos en problemas.
"Esto es un punto de no obediencia. Necesitamos intervenir”, pensó.
Regresó a su grupo y les contó lo que pasó.
"Chicos, ¡debemos ayudarlos!", dijo Sofía.
Lucas, después de discutir su plan de acción, se lanzó al aire.
"Yo me dirijo a ellos y trato de calmar la situación", propuso. Tomás, por su parte, se acercó a un pájaro en la rama cercana.
"¡Eh, amigo! ¿Sabés si has visto a alguien triste por aquí?", preguntó con entusiasmo. El pájaro, con un suave gorjeo, mencionó que había visto a un niño sentado solo bajo un árbol.
"¡Eureka!", exclamó Tomás.
Mientras todo esto sucedía, Lucas descendió frente al grupo de niños en disputa.
"¡Hola, amigos! ¿Cómo están? ¿Qué sucede aquí que los hace tan descontentos?", trató de mediador.
Los niños, sorprendidos por su aparición, se miraron entre sí.
"¡Él no quiere jugar como yo quiero!"
"¡Pero lo hago mal!" decía el otro.
Lucas sonrió y compartió su experiencia.
"A veces, en los juegos puede haber diferencias, pero si nos escuchamos, podemos encontrar una solución juntos. Todos tienen sus propios gustos. Quizás podamos hacer un juego en el que todos puedan participar. ¿Qué piensan, si lo hacemos uniendo nuestras ideas?"
Los niños, al verse escuchados, se calmaron.
"Podemos hacer un partido en el que todos los que quieran pueden participar!", sugirió una niña del grupo.
La charla fluyó y, finalmente, los pequeños lograron ponerse de acuerdo. A un costado, Sofía hizo su aparición, recuperando su visibilidad.
"¡Es genial lo que lograron! A veces, incluso nuestros superpoderes necesitan de la buena conversación. ¡Vamos a disfrutar del recreo juntos!"
Mientas tanto, Tomás se acercó al niño que estaba bajo el árbol.
"Hola, amigo. No te veo tan contento. ¿Te gustaría jugar con nosotros? En equipo somos más fuertes. Mi amigo Sofía puede hacerse invisible si necesitás ayuda también."
El niño, algo sombrío, sonrió:
"¿De verdad creen que puedo unirme? Siempre me quedo afuera."
"¡Por supuesto! Todos tienen cabida aquí, tu habilidad para cooperar es justo lo que necesitamos", le animó Tomás. Y más tarde, todos se unieron al juego.
Así, la misión del día terminó con risas y amistad. La maestra Clara observaba, satisfecha.
"Hoy demostraron que ser obedientes y trabajar juntos no solo es una obligación, sino que puede ser el inicio de una amistad sin límites".
Los niños aprendieron juntos que sus superpoderes no eran solo habilidades extraordinarias, sino herramientas para construir un mundo mejor, donde las diferencias se superaban a través de la convivencia. Y así, continuaron siendo los Guardianes de la Convivencia.
FIN.