Los Guardianes de la Democracia
En el país de Democratisia, un lugar donde el cielo brillaba con colores vibrantes y los parques estaban llenos de risas, algo preocupante estaba sucediendo. Los ciudadanos habían perdido la fe en las elecciones, creían que sus voces no eran escuchadas y que la democracia ya no importaba. Los adultos hablaban de la apatía como si fuera un fantasma que se había colado en sus corazones.
Un grupo de jóvenes amigos se reunió en el parque una tarde, mirando cómo sus padres y vecinos se quejaban de la situación. Entre ellos estaban Sofía, una entusiasta del arte, Tomás, un amante de la tecnología, Ana, una apasionada por la naturaleza, y Lucas, el líder del grupo, que siempre tenía las mejores ideas.
"¿Por qué no hacemos algo al respecto?" - Propuso Lucas mientras dibujaba un cartel que decía: '¡Es hora de revivir nuestra democracia!'.
"Pero, ¿qué podemos hacer?" - preguntó Sofía, dándole color a un boceto de ángeles que simbolizaban la esperanza.
"Podemos organizar un cabildo abierto para que todos hablen y expresen sus ideas" - sugirió Ana, mientras imaginaba árboles que florecían en el parque.
"Sí, y también un referendo para que todos puedan votar sobre un nuevo plan para la comunidad" - añadió Tomás, emocionado con la idea de usar su computadora para crear una página web.
Así fue como nació la idea de Los Guardianes de la Democracia. Decidieron hacer volantes y recorrer el barrio para explicar a todos cómo podían participar y ser escuchados de nuevo al realizar un plebiscito.
Dar a conocer la idea no fue fácil. Cuando llegaron a la casa de Don Ramón, un viejo vecino que siempre estaba sentado en su silla de rocker, él se mostró escéptico.
"¿Y ustedes creen que esto va a cambiar algo?" - preguntó, frunciendo el ceño.
"Si no lo intentamos, nada cambiará" - explicó Lucas con determinación.
Después de mucha persuasión, Don Ramón aceptó unirse. A partir de allí, la magia comenzó a suceder. Por cada hogar al que entraban, más personas se unían al movimiento. Pronto, comenzaron a llenar el parque de carteles coloridos y del sonido de las risas de los más jóvenes.
La gran noche del cabildo abierto llegó. Cada ciudadano de Democratisia estaba invitado a expresar sus ideas y preocupaciones. Sofía pintó una gran pancarta donde los participantes podían escribir sus sueños. La idea de revivir la participación se hizo palpable. Pero justo cuando todo parecía perfecto, una fuerte lluvia comenzó a caer. Todos miraron al cielo con preocupación:
"Esto podría arruinar nuestra reunión" - se lamentó Sofía.
"No podemos dejar que el clima nos detenga. ¡Vamos a mudarnos de lugar!" - exclamó Tomás, utilizando su tecnología para difundir la nueva ubicación a través de redes sociales.
Con rapidez y solidaridad, los vecinos se trasladaron a un centro comunitario cercano. Allí, el ambiente era cálido y acogedor. Con cada voz que se alzaba, el entusiasmo crecía.
Finalmente, después de compartir ideas, todos decidieron realizar un plebiscito para elegir cuál sería el proyecto prioritario para el barrio: mejorar el parque, crear una biblioteca o plantar más árboles.
Los días siguientes estuvieron llenos de debate y emoción. Todos alzaron la voz; desde los niños hasta los abuelos en sus sillas de ruedas. Finalmente, el día del referendo llegó. Cada ciudadano dejó su voto, emocionados de ser parte de algo grande.
Al contar los votos, los jóvenes esperaban nerviosos. Al anunciar el resultado, el parque estalló en aplausos y gritos de alegría. Habían logrado revivir la participación y la confianza en la democracia.
"¡Esto fue gracias a todos!" - exclamó Lucas, sonriendo.
Los Guardianes de la Democracia no solo habían revitalizado la fe en los mecanismos democráticos, sino que también habían unido a la comunidad. En el país de Democratisia, el cielo brilló aún más, y cada ciudadano comprendió que su voz contaba. Todo era posible si se unían y se hacían escuchar. Desde aquel día, el parque siempre estuvo lleno de risas y esperanzas, recordando que juntos, lo podían todo para mantener viva su democracia.
FIN.