Los Guardianes de la Diversidad



En un pequeño pueblo de los Yumgas, rodeado de montañas y ríos, vivían cuatro amigos muy especiales: Nayra, una niña aymara; Inti, un niño quechua; Choco, un pequeño afrobiliviano; y Kiri, una niña leco. Cada uno de ellos provenía de distintas culturas, pero juntos formaban un grupo inseparable.

Un día soleado, mientras jugaban en el parque, Choco sacó un viejo mapa de su mochila. "- ¡Miren lo que encontré! Es un mapa del tesoro!", exclamó emocionado. Los demás lo miraron con curiosidad. "- Pero, ¿cómo sabemos que es real?", preguntó Nayra, frunciendo el ceño. "- Dice que está escondido en el bosque, cerca de la montaña. ¡Vamos a buscarlo!", propuso Inti.

"- Esperen un segundo, chicos", intervino Kiri. "- ¿Y si nos perdemos?". Los niños empezaron a discutir. "- Yo podría guiar, conozco bien el bosque", dijo Nayra, firme. "- Pero yo tengo la mejor estrategia para encontrar el tesoro", alegó Inti, emocionado.

Finalmente, decidieron dividirse en grupos: Nayra y Kiri irían juntas, y Choco e Inti formarían el otro grupo. Con los corazones llenos de emoción, acordaron reunirse en el claro del bosque al caer la tarde.

Mientras exploraban, Nayra explicó a Kiri cómo su madre siempre recogía hierbas medicinales. "- En mi cultura, creemos que la naturaleza nos da todo lo que necesitamos para vivir", dijo. Kiri sonrió y le contó sobre los cuentos de su pueblo leco, donde cada animal tiene algo que enseñarle a la gente. "- ¡Ambas culturas tienen tanto en común!", exclamó Kiri.

En el otro grupo, Choco e Inti también compartieron sus historias. "- En la cultura afroboliviana, la música es muy importante. En cada baile, contamos la historia de nuestros antepasados", explicó Choco. "- ¡Y en mi cultura quechua, cantamos a la Pachamama!", respondió Inti, entusiasmado.

Después de varias horas de búsqueda, ambos grupos llegaron a un claro, pero no habían hallado el tesoro. Estaban un poco desanimados, y Nayra sugirió que se sentaran a descansar. "- Lo más valioso no siempre está en un mapa, muchachos", reflexionó. Así que ambos grupos se juntaron y compartieron historias, risas y canciones de sus culturas.

De repente, Inti se puso de pie. "- ¡Miren! Allá detrás de ese árbol hay algo que brilla!". Todos corrieron hacia allí, y encontraron una hermosa caja de madera adornada. Choco la abrió y descubrió algo asombroso: ¡era una colección de instrumentos típicos de cada cultura!"- ¡Esto es increíble!", gritó Kiri al ver una flauta aymara, un charango quechua, un tambor afrobiliviano y una pequeña maraca leco.

"- ¡Podemos hacer un festival!", sugirió Choco con los ojos brillantes. "- Sí! Cada uno de nosotros traerá algo de nuestras culturas", agregó Nayra entusiasmada.

Y así fue como, durante las semanas siguientes, trabajaron juntos para organizar un gran festival en el pueblo. Con sus padres y amigos, los cuatro niños mostraron lo mejor de sus culturas: danza, música y comida. Todo el mundo estaba fascinado y todos se unieron en un solo espíritu de comunidad.

El día del festival llegó y el pueblo estaba repleto de luces y risas. Cada niño tocó su instrumento, mostrando la belleza de lo que representaba. Al final, todos bailaron juntos, celebrando su diversidad.

"- Gracias por mostrarme que nuestras diferencias son lo que nos enriquece", dijo Nayra. "- Y gracias por ser valientes y buscar el tesoro de la amistad", respondió Inti sonriendo.

Desde ese día, los cuatro amigos no solo aprendieron sobre sus culturas, sino que también se convirtieron en un símbolo de unidad en el pueblo de los Yumgas. A pesar de sus diferentes orígenes, demostraron que todos pueden ser guardianes de la diversidad y siempre hay un tesoro más valioso que el oro: la amistad y la comprensión mutua.

FIN.

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