Los guardianes de la montaña



En lo más alto de los Andes peruanos, se encontraban tres volcanes muy especiales: el Volcán Alegre, el Volcán Travieso y el Volcán Sabio. Cada uno de ellos poseía una personalidad única que los distinguía.

El Volcán Alegre siempre estaba lleno de energía y alegría. Sus fumarolas lanzaban chispas brillantes al cielo y su lava brillaba con tonos vibrantes. Era conocido por animar a las plantas y animales de la región con su buen humor.

El Volcán Travieso, en cambio, era todo lo contrario. Siempre hacía bromas pesadas a sus vecinos volcanes y les jugaba travesuras. Su lava burbujeante solía formar figuras divertidas que asustaban a los habitantes cercanos, pero en el fondo era inofensivo.

Por último, estaba el Volcán Sabio. Este volcán era tranquilo y reflexivo. Su lava fluía lentamente y con sabiduría milenaria.

Los demás volcanes acudían a él en busca de consejo y guía, ya que siempre tenía las respuestas correctas para cada situación. Un día, una gran tormenta azotó la región andina, provocando temblores en la tierra que alertaron a los tres volcanes.

El Volcán Sabio llamó a una reunión urgente para discutir cómo podían ayudar a proteger a los habitantes del valle cercano. "Debemos unir nuestras fuerzas y trabajar juntos para crear una barrera de contención que evite que la lava llegue hasta las poblaciones", propuso el Volcán Sabio con serenidad.

"¡Yo me encargaré de calmar la furia del cielo con mis colores vivos y mi energía positiva!", exclamó el Volcán Alegre con entusiasmo. "Y yo usaré mis travesuras para desviar la dirección de la lava hacia zonas seguras", agregó el Volcán Travieso con picardía.

Los tres volcanes trabajaron arduamente durante días enteros, combinando sus habilidades únicas para proteger a las personas del valle. El Volcán Alegre iluminaba el cielo con hermosos destellos mientras el Volcán Travieso desviaba la lava peligrosa hacia áreas deshabitadas.

Finalmente, gracias a su trabajo en equipo y solidaridad, lograron contener la amenaza del volcán en erupción y salvaron al valle de una catástrofe mayor.

Desde ese día en adelante, los tres volcanes se convirtieron en leyendas entre las comunidades locales. La gente aprendió sobre la importancia de unirse frente a situaciones adversas y valorar las diferencias individuales como fortalezas colectivas.

Y así, cada vez que alguien contemplaba los imponentes picos nevados de los Andes peruanos, recordaba la historia de aquellos tres volcanes extraordinarios que demostraron que juntos podían superar cualquier desafío.

FIN.

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