Los Guardianes de la Naturaleza



Érase una vez, en un vasto y verde valle rodeado de colinas, donde vivían un grupo de hombres y mujeres valientes que se autodenominaban 'Los Guardianes de la Naturaleza'. Desde tiempos inmemoriales, habían aprendido a observar a los animales que habitaban la región y, a partir de eso, inventaron maneras ingeniosas de protegerse de las amenazas del entorno.

Un día, la valiente niña llamada Lúmia, que siempre llevaba un gorro rojo y una mochila llena de herramientas, decidió que quería ser un guardián también.

"Voy a encontrar una manera de proteger nuestro pueblo de los peligros que acechan en el bosque", dijo Lúmia con determinación.

Lúmia recordó que las aves tienen la habilidad de ver mucho más allá de lo que los humanos pueden. Inspirada, pensó en cómo podría usar eso a su favor. Así que subió a la cima de una colina, donde un viejo roble crecía orgulloso. Se subió a una de sus ramas y, desde allí, miró hacia el horizonte. Hizo un boceto de lo que vio y regresó al pueblo.

"¡Pueblo, pueblo! ¡He encontrado una manera de ver los peligros que nos acechan!", gritó Lúmia.

Los demás guardianes se acercaron curiosos.

"¿Cómo, Lúmia?", preguntó Tarco, un joven fuerte como un buey pero con un corazón noble.

"Si construimos torres de vigilancia como las nidos de los pájaros, podremos ver a los peligros desde lejos. Pero tenemos que diseñar las torres de manera que se asemejen a los nidos", propuso ella entusiasmada.

Los guardianes se pusieron a trabajar. Reunieron ramas, hojas y barro, y juntos construyeron torres. Cuando las terminaron, se sentaron a esperar el atardecer, para comprobar si funcionaban.

De repente, un grito resonó en el aire. Era una señal de alarma: ¡un grupo de lobos estaba merodeando por el pueblo!"¡Los lobos! ¡Los lobos están aquí!", gritó Tarco desde la torre.

"Rápido, necesitamos una estrategia", sugirió Lúmia. Recordó a los grupos de ciervos que, cuando son atacados, se dispersan en diferentes direcciones para confundir a los depredadores.

"¡Dividámonos por grupos! Uno de nosotros hará ruido para llamar la atención de los lobos, mientras los demás se esconden en los arbustos", dijo Lúmia.

Los guardianes rápidamente se dividieron. Tarco se puso en la senda principal y comenzó a hacer ruido con una olla.

"¡Vengan lobos, vengan! ¡Aquí estoy!", gritó, saltando y agitando sus brazos.

Los lobos, confundidos, comenzaron a seguirlo. Al mismo tiempo, los demás guardianes se escondieron detrás de arbustos y árboles. Aprovechando la distracción, Lúmia se escabulló y derramó el agua de su cantimplora, creando charcos en el camino.

"Los lobos no pueden cruzar charcos demasiado grandes", pensó ella. Cuando llegaron al agua, se detuvieron, dudando.

"¡Ahora!", gritó Tarco.

Los lobos, frustrados y asustados, decidieron que era mejor irse. Lúmia y los demás guardianes salieron de sus escondites, saltando de alegría.

"¡Lo hicimos!", exclamó Lúmia.

"¡Nuestros nidos funcionaron!", sonrió Tarco.

Después de esa experiencia, Lúmia y sus amigos continuaron observando a los animales para encontrar nuevas formas de protección. Aprendieron de las tortugas, que se esconden en sus caparazones, y construyeron refugios subterráneos; estudiaron a las serpientes, que camuflan su piel, y aprendieron a crear trampas invisibles para proteger su alrededor.

Con cada aventura y cada descubrimiento, Lúmia se hacía más conocedora y los Guardianes de la Naturaleza se hacían más unidos. Supieron que no solo debían cuidar de sí mismos, sino también del bosque y de los animales que en él vivían. Nunca olvidaron que la fuerza del grupo, la observación cuidadosa y la creatividad son las claves para vivir en armonía con la naturaleza y mantener la seguridad del pueblo.

Y así, bajo el cielo siempre estrellado del valle, los Guardianes de la Naturaleza vivieron felices, aprendiendo el uno del otro y protegiendo su hogar con valentía y astucia.

Y cada niño que pasaba por allí, cuando veía a Lúmia y a Tarco, aprendía que la valentía no se trata solo de ser fuerte, sino también de ser inteligente y bondadoso.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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