Los Guardianes de la Pachamama



En las altas montañas de los Andes, vivían cinco amigos incas: Inti, Quilla, Manco, Mama y Chaska. Cada día se despertaban al primer rayo del sol, listos para trabajar en las terrazas agrícolas donde cultivaban papas y maíz.

Un día, mientras Inti miraba al horizonte, sintió una gran curiosidad.

"¿Y si explora el valle allá abajo?", sugirió.

"¡Buena idea!", exclamó Chaska, siempre lista para la aventura.

"Pero la Pachamama necesita nuestra ayuda aquí", añadió Manco, un poco preocupado.

"No será solo un día, prometo que volveremos a ayudar"", dijo Inti con esa chispa de emoción en sus ojos.

Después de un breve debate, los amigos decidieron ir al valle. Al llegar, se encontraron con un paisaje lleno de flores y ríos cristalinos.

"¡Es hermoso!", exclamó Quilla, buscando alguna planta para llevar a casa.

"Miren, ¡hay maíz que crece aquí también!", dijo Mama sorprendida.

Mientras exploraban, escucharon un sonido extraño.

"¿Qué fue eso?", preguntó Chaska, mirando hacia el bosque.

"No tengo idea, pero hay que averiguarlo", respondió Inti, decidido.

Se acercaron al lugar y descubrieron a un grupo de animales del bosque intentando liberar a un pequeño ciervo atrapado en unas ramas.

"¡Ayuda!", piaba el ciervo con su mirada triste.

"¡Pero es un ciervo!", dijo Quilla, sintiendo compasión.

"No podemos dejarlo así", aseguró Mama.

Juntos, comenzaron a liberar al ciervo, usando sus manos para mover las ramas. Con trabajo en equipo, lograron liberar al pequeño animal que llegó a agradecerles dando saltitos.

"¡Gracias! ¡Gracias! Ustedes son los guardianes de la Pachamama!", dijo el ciervo emocionado.

"No somos guardianes, solo amigos que cuidan de la tierra", respondió Inti, sonriendo.

Los amigos decidieron usar su tiempo en el valle para aprender sobre el ecosistema, recolectando plantas y hablando con los animales. Sin embargo, al finalizar el día, se dieron cuenta de que habían perdido la noción del tiempo.

"¡Oh no, es tarde!", exclamó Manco.

"Debemos regresar a casa. La Pachamama nos necesita".

"No quiero preocupar a mis padres", añadió Chaska, angustiada.

Corrieron de regreso, pero al llegar, vieron que las terrazas estaban llenas de malas hierbas.

"No lo puedo creer, hemos descuidado nuestro hogar", dijo Mama, sintiendo remordimiento.

"No se preocupen, podemos solucionarlo juntos", sugirió Manco.

Con esfuerzo y determinación, los cinco amigos se pusieron a trabajar bajo la luz de la luna.

"Agradezcamos a la Pachamama por darnos una segunda oportunidad", dijo Inti, más unido que nunca a sus amigos.

"Sí, y esta vez lo haremos mejor", añadieron en coro.

Al final de la noche, sus terrazas brillaban de nuevo. Exhaustos pero felices, se sentaron a contemplar el cielo estrellado.

"Hoy aprendimos que, aunque a veces la curiosidad nos lleve lejos, siempre hay que volver a cuidar lo que amamos", reflexionó Chaska con una sonrisa.

"¡Y que juntos somos más fuertes!", concluyó Mama con entusiasmo.

Desde entonces, los cinco amigos entendieron que cada aventura debía tener su lugar, pero también que la Pachamama y su hogar debían ser siempre la prioridad. Y cada mañana, Inti, con su habitual curiosidad, agradecía al Sol por la luz que guiaba sus pasos hacia la aventura.

Y así, los cinco amigos continuaron cuidando su hogar en los Andes, cada vez más unidos y aprendiendo de cada experiencia.

FIN.

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