Los Guardianes de la Paz



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, un grupo de escolares decidió unirse para trabajar por la paz mundial. El grupo estaba formado por Sofía, Tomás, Valentina, y Lucas. Ellos se sentaban todos los días en el patio de la escuela, soñando con formas para hacer del mundo un lugar mejor.

"¿Qué te gustaría hacer por la paz, Sofía?" - preguntó Valentina, mientras trenzaba las hojas de una planta para hacer una corona.

"Me gustaría organizar una gran fiesta para que todos los niños de nuestro pueblo vengan a conocer cada una de nuestras culturas. Quizás así, todos seamos más amigos" - respondió Sofía con una sonrisa.

"¡Eso sería genial!" - exclamó Tomás. "Pero necesitamos un plan. Las fiestas a veces pueden ser desastrosas si no se organizan bien".

"Tienes razón, Tomás. Pero es solo el inicio, ¡todo comienza con una idea!" - dijo Lucas, lleno de entusiasmo.

Los cuatro amigos se pusieron a trabajar. Hicieron carteles para promocionar la fiesta, hablaron con sus padres para conseguir comida de diferentes culturas, y pidieron a algunos maestros que les ayudaran con los juegos. Con mucho esfuerzo, lograron planear lo que llamaron "El Día de la Paz".

El día del evento, todo el mundo estaba emocionado. La escuela se llenó de colores, risas y música. Los niños de todos los rincones del pueblo llegaron, llevando platos típicos para compartir y vestimentas tradicionales.

"¡Miren esas empanadas!" - gritó Valentina, que estaba probando un pedazo.

"Y ese baile argentino, ¡quiero aprender!" - se apresuró a contar Lucas.

Sin embargo, mientras la fiesta avanzaba, un grupo de niños de otro barrio llegó y empezó a hacer ruido. Estaban discutiendo sobre quiénes tenían el mejor baile y de repente empezaron a desentonar con la música.

"¡Esto se va a volver un desastre!" - dijo Tomás, preocupado. "Si no los calmamos pronto, se nos va todo de las manos".

"Esperen, tengo una idea" - propuso Sofía. "¿Y si hacemos un concurso de bailes? Así todos participamos y nos unimos en la diversión".

"¡Buena idea!" - dijeron todos al mismo tiempo. Rápidamente, montaron un escenario improvisado y llamaron a todos para que participen.

El concurso fue un gran éxito. Los niños olvidaron sus diferencias y, al ritmo de la música, todos comenzaron a bailar juntos. Se formaron grupos con chicos de diferentes barrios, mezclando coreografías y risas. El ambiente se volvió mágico y, por un momento, el espíritu de unidad reinó sobre el lugar.

Al finalizar la fiesta, Sofía tomó el micrófono y dijo:

"Siempre vamos a encontrar diferencias, pero lo importante es aprender los unos de los otros y celebrar nuestras culturas. ¡Juntos somos más fuertes!".

Todos aplaudieron, felices. Habían logrado poco más que una fiesta; habían creado lazos de amistad que perdurarían para siempre. Desde ese día, Arcoíris se convirtió en un símbolo de paz, y todos los años, los escolares continuaron organizando el Día de la Paz, invitando a todos los jóvenes a participar y a compartir sus tradiciones.

Así, Sofía, Tomás, Valentina y Lucas aprendieron que trabajar por la paz no solo es una tarea para los adultos, sino un gran proyecto que comienza en el corazón de los niños, donde la amistad, el respeto y el amor siempre triunfan sobre las diferencias.

FIN.

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