Los Guardianes de las Estrellas



En un mundo donde nunca había luz del día y la luna era la única que iluminaba el camino, siete niños se reunían cada noche en un claro del bosque mágico. Eran Edurne, Jose Antonio, Duaae, Yassmine, Dayana, Sokayna y Valentina. Aunque la oscuridad reinaba, su espíritu siempre brillaba con fuerza.

- ¡Vamos, chicos! - exclamó Edurne, animando a sus amigos para que se acercaran al claro. - Esta noche la luna está especialmente brillante.

- Sí, es hermosa. Me encanta cuando brilla así. - dijo Valentina, admirando el resplandor plateado que iluminaba sus rostros.

Cada uno de ellos tenía un sueño. Edurne quería volar entre las estrellas, Jose Antonio anhelaba crear un faro que guiara a todos los perdidos, Duaae deseaba descubrir un mapa que condujera a nuevos mundos, Yassmine anhelaba hacer música que encantara a los animales, Dayana quería recopilar historias de las estrellas, Sokayna deseaba aprender a bailar con la luz de la luna, y Valentina anhelaba encontrar la forma de encender el primer amanecer.

- ¿Y si unimos nuestros sueños? - propuso Yassmine. - Tal vez, si trabajamos juntos, podamos lograr algo increíble.

- ¡Esa es una gran idea! - exclamó Duaae. - Podríamos hacer un gran espectáculo de luces con ideas de cada uno de nosotros.

Los siete se pusieron manos a la obra. Con hojas, piedras, ramitas y lo que podían encontrar en el claro, empezaron a construir un enorme faro lleno de colores y música. Cada niño tuvo un rol especial. Edurne diseñó una cometa que volaría en la noche, Jose Antonio hizo las bases del faro, Duaae trazó el mapa de su proyecto, Yassmine hizo música con instrumentos que crearon con la naturaleza, Dayana recogió historias que contarían en cada momento del espectáculo, Sokayna inventó una coreografía, y Valentina buscó formas de iluminar todo con la luz de la luna.

Mientras trabajaban, empezaron a sentir que había algo más en su alrededor. A veces, un susurro entre los árboles, una sonrisa de la luna, o un destello de estrellas que parecían guiarlos.

- ¿Más arriba de eso, hay algo? - preguntó Sokayna, mirando al cielo.

- Me parece que la luna está tratando de decirnos algo - dijo Dayana.

- Tal vez, debemos hacer que nuestra luz brille aún más - sugirió Jose Antonio, lleno de entusiasmo. - Lo que creamos puede ser visto por todos.

Cuando todo estuvo listo, los siete niños se reunieron en el claro y comenzaron a dar vida a su espectáculo. Las cometas de Edurne danzaron en el aire mientras la música de Yassmine llenaba el lugar. Cada historia contada por Dayana empujaba las luces a un nuevo nivel, llenando la noche de magia.

Las estrellas, al ver el esfuerzo de los niños, comenzaron a parpadear más intensamente. Al final, cuando encendieron su faro, sucedió algo inesperado: la luna bajó un poco más, iluminando aún más el espectáculo.

- ¡Miren! La luna también quiere ser parte de esto. - gritó Valentina con asombro.

Con cada rayo de luna, el faro de los sueños brilló con fuerza, no solo iluminando el bosque, sino que también se convirtió en un faro que empezó a guiar a otros niños de lugares lejanos que estaban perdidos en la oscuridad.

Y así, esa noche, los siete niños entendieron que juntos podían llevar luz a los corazones de otros, y que el verdadero poder de sus sueños radicaba en la unión y la amistad.

Cada noche, sus luces guiaban a aquellos que buscaban su camino. Y aunque siempre era de noche, la oscuridad nunca volvió a asustarlos, porque juntos, se convirtieron en los Guardianes de las Estrellas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la luz de la amistad siempre seguirá brillando por encima de la oscuridad.

FIN.

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