Los Guardianes de los Árboles Nativos
Era una soleada mañana en el Jardín 454 de Corcovado, y los niños de las salas de 3 y 4 años estaban emocionados. Hoy aprenderían sobre los árboles nativos de su región.
"¡Hola, amigos!" saludó la educadora Ana al iniciar la jornada. "Hoy vamos a conocer a nuestros amigos los árboles y aprender a cuidarlos".
Los niños estallaron en risas y aclamaciones al escuchar la sorprendente noticia.
"¿Qué árbol es mi amigo?" preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.
"Hay muchos!" respondió Ana. "Por ejemplo, la Araucaria, que es muy especial. Se siente como un gigante entre los árboles".
Los niños empezaron a dibujar árboles con crayones de colores mientras Ana les contaba historias de cada uno. Así el día avanzó, y cada árbol se fue llenando de vida en la imaginación de los chicos.
"Yo quiero ser amiga del coihue" dijo Julián emocionado.
"¡Y yo del canelo!" exclamó Luna.
A medida que dibujaban, Ana les contó sobre lo importante que era cuidar esos árboles, porque eran el hogar de muchos animales. En ese instante, se escuchó un gran estruendo afuera.
"¿Qué fue eso, Ana?" preguntó Daniel, con grandes ojos.
"No lo sé, pero vamos a ver" dijo Ana mientras guiaba a los niños hacia la ventana.
Al asomarse, vieron que el viento había derribado una rama de un árbol del jardín. Los niños se alarmaron.
"¡Pobrecito árbol!" gritó Sofía.
Decididos a ayudar, los niños fueron fuera con Ana.
"¿Qué podemos hacer?" preguntó Julián.
"Debemos recoger la rama y asegurarnos de que el árbol esté bien" explicó Ana. "Y lo más importante, podemos aprender a cuidar mejor a nuestros árboles para que estén sanos y fuertes".
Benjamín, que había estado en silencio, levantó la mano.
"Podemos regar los árboles y no hacer ruido cuando juguemos cerca de ellos, así no los asustamos".
"¡Eso es una gran idea!" dijo Ana, contenta con la participación de todos.
Juntos, recogieron la rama caída y se aseguraron de que el árbol siguiera de pie. Ana les presentó un juego llamado "Guardianes de los Árboles". En este juego, cada niño adoptaría a un árbol y sería responsable de cuidarlo como un verdadero guardián.
"¿Quién quiere ser el guardián de la lenga?" preguntó Ana.
"¡Yo!" gritó Sofía con entusiasmo.
"Y yo el del radal!" añadió Julián.
Así continuaron seleccionando sus árboles. Cada día, los niños venían al jardín con nuevas ideas sobre cómo cuidar a sus árboles: regarlos, cuidarlos de las plagas y plantar nuevas semillas. Crearon pequeñas carteles que decían: "¡Cuidemos nuestros árboles nativos!".
Con el correr de los días, un nuevo giro apareció en la historia. Un grupo de adultos del barrio llegó al jardín, listos para cortar algunos árboles viejos que, según decían, estorbaban en el espacio.
"¡No!" gritaron los niños al ver lo que sucedía.
"Por favor, no corten nuestros árboles" pidió Julián, con una expresión firme. "Son nuestros amigos".
La educadora Ana se acercó a los adultos:
"Estos niños han estado cuidando a los árboles y conocen la importancia de mantenerlos. ¿Podríamos hablar sobre encontrar otra solución?".
Los adultos, sorprendidos por la defensa apasionada de los niños, se detuvieron a escuchar. Ana explicó todo lo que habían aprendido y cómo podían cuidar los árboles en lugar de quitarles. Los niños también compartieron sus dibujos y las historias que habían imaginado sobre cada uno de los árboles.
Después de un largo intercambio de ideas, los adultos acordaron dejar los árboles y ayudar a plantar más de ellos en el jardín. Los niños saltaron de alegría.
"¡Lo logramos!" gritó Sofía.
"Gracias por ser nuestros amigos" dijo Julián a los adultos, quienes se sonrieron ante la genuina pasión de los niños.
Desde ese día, el Jardín 454 se convirtió en un lugar aún más especial. Los niños aprendieron no solo a cuidar de los árboles, sino también a ser defensores del medio ambiente. Y así, cada tarde, en su rincón del jardín, los niños se reunían con sus árboles nativos, felices de ser verdaderos guardianes de la naturaleza.
FIN.