Los Guardianes de María y Juan


Había una vez en un pequeño pueblo encantado, dos niños llamados María y Juan. Lo que nadie sabía era que tanto María como Juan tenían un ángel guardián asignado para protegerlos en todo momento.

María era una niña muy curiosa y aventurera. Siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse y aprender cosas nuevas. Su ángel guardián, llamado Aurora, era una luz brillante que la guiaba en sus travesuras y la protegía de cualquier peligro.

Por otro lado, Juan era un niño tímido y soñador. Pasaba horas dibujando en su cuaderno y construyendo castillos en el aire.

Su ángel guardián, Rafael, era un espíritu tranquilo que lo inspiraba a seguir sus sueños y lo llenaba de valentía cuando más lo necesitaba. Un día, mientras María exploraba el bosque cercano a su casa, se encontró con un lobo hambriento. Asustada, cerró los ojos con fuerza y pidió ayuda a su ángel guardián.

En ese momento, Aurora envió destellos de luz que asustaron al lobo y permitieron a María escapar sana y salva. "¡Gracias, Aurora! ¡Eres mi heroína!" exclamó María mientras corría de regreso a casa.

Mientras tanto, Juan estaba decidido a participar en un concurso de arte local. Sin embargo, justo antes de presentar su obra maestra, sintió miedo escénico y dudó de sí mismo.

Fue entonces cuando Rafael le susurró al oído palabras de aliento y le recordó lo talentoso que era. "Tú puedes hacerlo, Juan. Confía en ti mismo", le dijo Rafael con dulzura. Con el apoyo de su ángel guardián, Juan tomó valor y presentó su dibujo con orgullo ante todos los presentes.

Para sorpresa de muchos, ganó el primer premio y fue aclamado por su creatividad única.

Desde ese día en adelante, María siguió explorando el mundo con la protección de Aurora a su lado; mientras que Juan continuó persiguiendo sus sueños artísticos con la guía amorosa de Rafael. Y así demostraron que cuando tienes un ángel guardián cuidándote en cada paso del camino, no hay límite para lo que puedes lograr.

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