Los Guardianes del Agua
Era un día soleado en el barrio de Santiago y Daniela, dos hermanos que jugaban felices en su jardín. Pero había un problema: desperdiciaban agua como si nunca se fuera a acabar. Al abrir la canilla para llenar el balde de agua para jugar a mojarse, nunca se detenían a pensar en lo que eso significaba.
"Mirá, Dani, ¡mi barquito de papel está navegando!", exclamó Santiago mientras dejaba que el agua fluyera.
"Sí, pero creo que se está ahogando, ¡vamos a ponerle más agua!", dijo Daniela, riéndose mientras llenaba un cubo a más no poder.
Pero un día, el grifo no soltó ni una gota. Santiago y Daniela se miraron confundidos.
"¿Qué pasó?", preguntó Daniela, asustada.
"No sé, creo que se rompió", contestó Santiago, tratando de hacer una broma para aliviar la tensión.
Cuando sus padres se enteraron del problema, decidieron que era hora de una lección.
"Ustedes han desperdiciado tanta agua que ahora tienen que recolectar agua de lluvia durante toda la semana", dijo su papá con firmeza.
"¡Pero papá! ¡No es justo! Este es un castigo muy raro", protestó Daniela.
"Es hora de que entiendan lo valiosa que es el agua. ¡Ahora manos a la obra!", respondió su mamá.
Los días siguientes, los hermanos se dedicaron a salir con cubos y baldes cada vez que llovía, recolectando el agua que caía del cielo. Al principio, se quejaban:
"Esto es un verdadero bodrio, Dani. ¿Quién quiere estar todo el día bajo la lluvia?", se quejaba Santiago.
"Ya sé, pero no podemos dejar que se nos escape. Esta agua es nuestra única fuente ahora. Hay que aprovecharla", respondió Daniela, comenzando a ver las cosas de otra manera.
A medida que pasaban los días, empezaron a darse cuenta de lo laborioso que era recolectar cada gota de agua. Se esforzaron, pero también se divertían tratando de atrapar el agua en charcos y en tarros que habían dejado por el patio.
Un día, mientras recolectaban, se encontraron con una tortuga que había aparecido en su jardín buscando refugio.
"¡Mirá, una tortuguita!", exclamó Santiago.
"Ay, pobrecita, ¿de dónde habrá venido?", dijo Daniela, agachándose para observarla.
Decidieron darle un nombre: —"Roci" . Y eso les dio una nueva idea. Cada vez que recogían agua, pensaban en cuántos seres vivos necesitaban ese recurso para sobrevivir. No solo ellos.
"Dani, si esta tortuga necesita agua, ¡imaginate cuántos animales dependen de ella!", reflexionó Santiago.
"Es verdad, Santi. Y nosotros somos sus guardianes. Tenemos que cuidar el agua”, dijo Daniela con una sonrisa.
Poco a poco, esos días de recolección se convirtieron en una aventura emocionante. Aprendieron a hacer juegos para captar más agua y comenzaron a pensar en formas de ahorrar el agua que tenían en casa.
"¡Podríamos fijarnos en cómo cerrar bien los grifos cuando no los usamos!", sugirió Santiago.
"Y también podemos ducharnos más rápido, ¡sería un gran ahorro!", añadió Daniela.
Después de una semana de rociar varias veces y recolectar agua, llegó el gran día. Sus padres, viendo el esfuerzo y el cambio de actitud de los chicos, decidieron que era momento de darles una segunda oportunidad.
"Chicos, han hecho un gran trabajo recolectando agua y entendiendo su valor. Ahora pueden volver a jugar con su agua, pero recuerden todo lo que aprendieron", dijo su mamá con una sonrisa.
"¡Sí! ¡Podemos hacer un juego nuevo!", gritó Santiago emocionado.
Y desde ese día, Santiago y Daniela disfrutaron de los juegos con agua, pero con una nueva perspectiva. Además de cuidar a Roci, se convirtieron en verdaderos guardianes del agua, siempre alertando a sus amigos sobre la importancia de ser responsables. Así, nunca más el agua se convirtió en algo que dieran por sentado. Cada gota contaba, y ellos lo sabían de arranque.
"¡Somos un gran equipo!", dijo Santiago con orgullo.
"Sí, ¡y cuidamos el agua juntos!", agregó Daniela, abrazando a su hermano.
Y desde aquel día, cada vez que oían caer la lluvia, en vez de quejarse, sonreían, sabiendo que era otra oportunidad para cuidar el planeta que tanto amaban.
FIN.