Los Guardianes del Bosque



Había una vez un grupo de niños y niñas llamados Sofía, Martín, Lucas, Valentina y Camila.

Todos ellos habían cumplido 3 años y estaban muy emocionados por adentrarse en el bosque encantado junto a sus maestras, la señorita Laura y la señorita Ana. El bosque encantado era un lugar mágico lleno de árboles altos y frondosos, flores de colores brillantes y animales curiosos.

Las maestras les explicaron a los niños que al cumplir 3 años, cada uno de ellos había obtenido una nueva habilidad especial. Sofía descubrió que podía hablar con los animales. Martín tenía la capacidad de volar como un pájaro. Lucas se dio cuenta de que podía correr tan rápido como el viento.

Valentina tenía el don de hacer crecer las plantas con solo tocarlas. Y Camila poseía una voz tan dulce que podía calmar a cualquier criatura del bosque.

Llenos de entusiasmo, los niños comenzaron su aventura en busca de desafíos para poner a prueba sus nuevas habilidades. Mientras caminaban por el sendero del bosque, encontraron un lago cristalino donde habitaba una familia de patitos. "¡Hola patitos! Soy Sofía y puedo entender lo que dicen", exclamó emocionada Sofía.

Los patitos respondieron con alegría: "¡Qué bueno tener alguien con quien conversar! ¿Nos contarías un cuento?"Sofía sonrió y comenzó a narrarles historias sobre princesas valientes y dragones amigables mientras los demás niños escuchaban fascinados.

Continuaron su camino y llegaron a un claro donde había un árbol muy alto. Martín decidió probar sus habilidades de vuelo y se elevó en el aire, dando vueltas alrededor del árbol. "¡Miren chicos! ¡Puedo volar como un pájaro!", exclamó Martín emocionado.

Todos los niños aplaudieron y animaron a Martín mientras él disfrutaba de su nueva habilidad. Después de eso, continuaron explorando el bosque hasta que escucharon un ruido extraño proveniente de unos arbustos cercanos. Lucas, con su velocidad asombrosa, fue a investigar.

Al acercarse, descubrió que era una ardilla atrapada en una red. Rápidamente liberó al pequeño animalito y lo dejó correr libremente por el bosque. "¡Gracias, Lucas! Eres muy rápido", dijo la ardilla mientras se alejaba saltando entre los árboles.

Valentina estaba encantada con su habilidad para hacer crecer las plantas.

Mientras caminaban por un prado lleno de flores marchitas, ella tocó una de ellas con delicadeza y al instante comenzó a florecer nuevamente y llenar el lugar con hermosos colores y fragancias. Los niños se maravillaron ante la transformación y Valentina sonrió satisfecha por haber ayudado a las flores a recuperar su belleza. Finalmente, llegaron al corazón del bosque donde encontraron un grupo de conejos asustados.

Camila sabía que podía utilizar su voz para calmarlos, así que comenzó a cantar una canción dulce y suave. Poco a poco, los conejos se acercaron, dejando de temblar y escuchando atentamente la melodía.

Camila les ofreció unas zanahorias que había traído consigo y los conejos aceptaron el regalo con gratitud. Después de haber superado todos estos desafíos, los niños se dieron cuenta de lo valiosas que eran sus nuevas habilidades.

Cada uno había encontrado una manera especial de ayudar a otros seres vivos en el bosque encantado. Regresaron al colegio junto a sus maestras con corazones llenos de alegría y aprendizajes. Compartieron sus experiencias con sus compañeros y prometieron cuidar del bosque encantado siempre que pudieran.

Y así, los niños comprendieron la importancia de descubrir y valorar las habilidades especiales que tenían dentro de ellos para hacer del mundo un lugar mejor.

Con cada aventura, aprendían a ser más amables, solidarios y respetuosos con la naturaleza y todos sus habitantes.

FIN.

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