Los guardianes del bosque



Había una vez una mamá loba que vivía en un hermoso bosque junto a sus tres traviesos hijos. Todos los días, la mamá loba se esforzaba mucho para encontrar comida y asegurarse de que sus cachorros estuvieran bien alimentados.

Un día, mientras caminaban por el bosque en busca de algo para comer, se encontraron con un conejito muy amigable llamado Pancho. El conejito les dijo: "Hola, amigos lobitos. ¿Están buscando comida?".

Los lobitos asintieron emocionados y le dijeron: "Sí, Pancho. Mamá nos ha enseñado a cazar y buscar nuestra propia comida". Pancho sonrió y les dijo: "Tengo una idea genial para ustedes.

Si vienen conmigo al jardín de la abuela Margarita, podrán encontrar muchas zanahorias deliciosas". Los lobitos se miraron entre sí, emocionados por la posibilidad de tener una comida diferente. Rápidamente aceptaron la oferta de Pancho y siguieron al conejito hasta el jardín.

Al llegar al jardín de la abuela Margarita, los lobitos quedaron maravillados con todas las zanahorias que había allí. Pero justo cuando iban a empezar a comerlas, apareció la abuela Margarita. La abuela Margarita era una mujer muy sabia y amorosa.

Al ver a los lobitos hambrientos junto al conejito Pancho, decidió hablarles con ternura: "Queridos lobitos, sé que tienen mucha hambre y estas zanahorias parecen deliciosas. Pero este jardín es el único lugar donde puedo encontrar comida para mi familia.

Siempre he compartido con los animales del bosque, pero necesito que también aprendan a respetar y cuidar este lugar". Los lobitos se sintieron muy avergonzados por su comportamiento egoísta y le dijeron a la abuela Margarita: "Lo sentimos mucho, abuela Margarita.

No queríamos ser malos. Solo teníamos mucha hambre". La abuela Margarita sonrió comprensivamente y les dijo: "Entiendo que tengan hambre, pero debemos aprender a buscar comida de manera responsable.

Les enseñaré cómo cultivar sus propias zanahorias en un rincón especial del bosque". Así fue como los lobitos aprendieron sobre el cultivo de alimentos y la importancia de compartir con otros seres vivos.

Con la ayuda de la abuela Margarita, plantaron semillas de zanahoria en su rincón especial del bosque. Con el tiempo, las zanahorias crecieron grandes y jugosas. Los lobitos se dieron cuenta de lo maravilloso que era tener su propia fuente de alimento sin dañar los jardines ni molestar a otros animales.

Desde ese día, los lobitos siempre estuvieron agradecidos por lo que la abuela Margarita les había enseñado. Compartían sus zanahorias con otros animales del bosque y nunca volvieron a buscar comida en lugares inapropiados.

Y así, gracias a una lección valiosa sobre responsabilidad y respeto hacia la naturaleza, los lobitos aprendieron el verdadero significado de compartir y cuidar el mundo que los rodeaba. Fin

FIN.

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