Los Guardianes del Bosque



Era un hermoso día soleado cuando cinco amigos: Tomás, Sofía, Lucas, Valentina y Mateo, decidieron aventurarse al bosque cercano a su barrio con la misión de cuidar el medio ambiente.

"Hoy vamos a hacer una gran limpieza en el bosque!" - dijo Tomás, emocionado, mientras se ponía una gorra roja.

"Sí, y también podemos plantar algunas flores" - agregó Sofía, con una sonrisa.

"Yo traje semillas de girasoles!" - exclamó Mateo, levantando un paquete.

"Y yo llevo un par de bolsas para juntar la basura" - dijo Valentina, mientras cargaba dos grandes bolsas.

"Vamos a hacer del bosque un lugar aún más lindo!" - concluyó Lucas, entusiasmado.

Llegaron al bosque y, durante un breve lapso de tiempo, se maravillaron del paisaje. Los árboles altos, el canto de los pájaros y el susurro del viento les llenaban de alegría. Pero pronto se dieron cuenta de que había mucha basura esparcida.

"¡Ay, no!" - gritó Sofía, mientras señalaba un montón de plástico cerca de un arroyo. "Esto no puede estar aquí, es un desastre."

"No se preocupen, ¡juntos lo vamos a arreglar!" - dijo Tomás, decidido.

Comenzaron a recoger la basura. Encontraron botellas de plástico, envoltorios de comida y hasta una antigua lámpara oxidada. Mientras trabajaban, Valentina descubrió algo curioso.

"Chicos, miren eso!" - gritó, señalando una pequeña cueva entre las raíces de un árbol enorme. "¿Entramos a ver?"

"¿No da miedo?" - preguntó Mateo, un poco temeroso.

"Venga, no pasa nada. Solo será un ratito" - animó Lucas, moviéndose hacia la entrada.

Con un poco de temor, pero llenos de curiosidad, se acercaron. La cueva era pequeña, pero dentro había un decorado natural sorprendente: piedras brillantes y unas extrañas hojas que nunca habían visto.

"¿Qué será esto?" - murmuró Valentina, explorando con cuidado.

"Quizás sea un lugar mágico del bosque" - dijo Sofía, mirando con asombro.

"O tal vez, un hogar de algún animal" - pensé Lucas, mientras se asomaba más adentro.

De repente, un pequeño zorrito apareció. Todos se quedaron boquiabiertos.

"¡Miren!" - susurró Mateo. "Es un zorro real!"

"Hola, pequeño amigo" - dijo Sofía, agachándose lentamente para no asustarlo. "Nosotros solo estamos limpiando y cuidando el bosque."

"¡Sí! Queremos que todos los animales tengan un hogar limpio y seguro" - agregó Tomás, mientras el zorro se acercaba curioso.

Los niños se dieron cuenta de que, aunque habían ido al bosque para ayudar, también habían encontrado un lugar maravilloso lleno de vida. Luego, mientras continuaban limpiando y plantando girasoles, el zorro los seguía, como si se hubiera vuelto su guardián.

Después de un tiempo, se sentaron a descansar, todos cansados pero felices.

"Me alegra que hayamos venido. No solo ayudamos al bosque, también hicimos un nuevo amigo" - dijo Mateo, sonriendo.

"Sí, y aprendimos que debemos cuidar nuestro entorno" - afirmó Valentina.

Cuando se preparaban para regresar a casa, el zorro se despidió moviendo su cola. Parecía como si agradeciera a los niños por su ayuda. Desde ese día, los cinco amigos prometieron volver al bosque cada semana para cuidarlo y protegerlo.

Al finalizar la jornada, caminaron con el sol poniéndose detrás de los árboles, satisfechos con la actividad del día, emocionados por su nueva misión como guardianes del bosque.

"¡La próxima vez traeremos más amigos!" - exclamó Sofía.

"Sí! Juntos podemos hacer una gran diferencia!" - concluyó Tomás mientras sonreían todos juntos, sabiendo que habían hecho algo bueno por la naturaleza.

A partir de ese día, los cinco amigos se convirtieron en los pequeños guardianes del bosque, enseñando a todos en el barrio la importancia de cuidar el medio ambiente y vivir en armonía con la naturaleza.

FIN.

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