Los guardianes del castillo de arena
Había una vez un cerdito llamado Pancracio que vivía en una granja cerca del mar. Un día, decidió dar un paseo por la playa para disfrutar del sol y la brisa marina.
Mientras caminaba por la arena dorada, Pancracio se encontró con dos amigos inesperados: una foca llamada Marina y un cangrejo llamado Carlitos. - ¡Hola, cerdito! -saludó Marina con entusiasmo. - ¡Hola, hola! -respondió Pancracio sorprendido. - ¿Qué tal, amiguitos? -preguntó Carlitos moviendo sus pinzas.
Los tres animales se presentaron y pronto comenzaron a charlar y reír juntos. Pancracio descubrió que Marina había llegado a la playa buscando descansar bajo el sol, mientras que Carlitos estaba en busca de un nuevo caparazón para su casa.
- ¿Quieren jugar un juego en equipo? -propuso Pancracio con emoción. - ¡Sí, sí! ¡Me encantan los juegos! -exclamó Marina batiendo sus aletas. - ¡Claro que sí! Será divertido trabajar juntos -agregó Carlitos moviendo sus patitas.
Decidieron jugar a construir castillos de arena. Cada uno tenía una tarea específica: Pancracio traía agua con su hocico para humedecer la arena, Marina modelaba las torres con su cuerpo ágil y resbaladizo, y Carlitos decoraba los muros con pequeñas almejas brillantes.
El sol brillaba en lo alto mientras los tres amigos trabajaban juntos armando el castillo más hermoso que jamás se hubiera visto en esa playa.
Estaban tan concentrados y felices que no notaron cómo subía la marea lentamente hasta rodear su obra maestra. De repente, una ola gigante se acercó amenazante hacia el castillo de arena. Los amigos se miraron asustados pero decidieron actuar rápido.
Pancracio empujó con todas sus fuerzas desde un lado, Marina emitió sonidos agudos para alertar al resto e intentar frenar la ola, mientras Carlitos aferraba las piedras más grandes para evitar que todo se desmoronara.
Por suerte lograron salvar el castillo a último momento gracias al trabajo en equipo y la valentía de cada uno de ellos. Se abrazaron emocionados celebrando su victoria contra las fuerzas del mar. - ¡Lo logramos chicos! ¡Somos un gran equipo! -gritó Pancracio emocionado.
- ¡Síiiiiiiii! ¡Fue increíble trabajar juntos para superar este desafío! -exclamó Marina dando vueltas de alegría. - Ustedes son geniales... ¡Gracias por ser mis amigos! -dijo Carlitos emocionado hasta las lágrimas. Desde ese día, Pancracio, Marina y Carlitos se convirtieron en inseparables compañeros de aventuras en la playa.
Aprendieron que trabajando juntos podían superar cualquier obstáculo y que la verdadera amistad no conocía barreras ni diferencias entre especies. Y así siguieron disfrutando del sol, el mar y las risas compartidas por siempre jamás.
FIN.