Los guardianes del Lago Titicaca



En los tiempos antiguos, cuando los templos de Tiahuanaco brillaban al sol y el Lago Titicaca reflejaba las estrellas, vivía un pequeño niño llamado Inti. Inti era curioso y soñador. Pasaba horas mirando las aguas del lago, imaginando que en el fondo se escondían misterios por descubrir.

Una tarde, mientras exploraba la orilla, Inti encontró un objeto brillante.

"¿Qué será esto?" - se preguntó mientras lo levantaba. Era una esfera de cristal que emitía un suave resplandor.

De repente, una suave brisa sopló y la esfera comenzó a vibrar. Con un chispazo de luz, apareció ante su vista una figura resplandeciente.

"Hola, Inti. Soy Zuna, un viajero del espacio" - dijo la figura, que parecía un adolescente con ojos brillantes y un traje plateado.

Inti, sorprendido pero no asustado, respondió:

"¿De dónde venís, Zuna?"

"Vengo de un planeta llamado Luminara, muy lejos de aquí. He venido a aprender sobre la bondad y la sabiduría de tu gente."

Inti estaba emocionado. No podía creer que estaba conversando con un extraterrestre.

"¿Has visto las estrellas?" - le preguntó.

"Las estrellas son maravillosas, pero tu lago también tiene un brillo especial, lleno de vida y sabiduría" - contestó Zuna, mientras miraba el Lago Titicaca con admiración.

Juntos, fueron a conocer a los ancianos de la aldea, quienes compartían historias sobre la naturaleza y la importancia de cuidar el entorno. Zuna escuchaba con atención.

Un día, Inti le mostró cómo los pescadores cantaban mientras lanzaban sus redes.

"¿Y si llevas estas canciones a tu planeta?" - sugirió Inti.

Zuna sonrió.

"Sí, llevaré la melodía de tu gente y el amor por la naturaleza. Pero también tengo algo que compartir contigo."

Zuna hizo un gesto, y de su esfera salió un pequeño holograma que mostraba a Luminara. Había montañas de cristal, animales que brillaban y personas que cuidaban el planeta con respeto.

"Así es como cuidamos de nuestro hogar. ¿Te gustaría aprender?" - preguntó Zuna.

Inti asintió con entusiasmo. Al día siguiente, Zuna empezó a enseñarle técnicas para cultivar plantas y cuidar el agua, cosas que los ancianos de su pueblo ya conocían, pero nunca está de más aprender cosas nuevas.

"La naturaleza nos da todo lo que necesitamos, y debemos enseñarle a nuestros hijos a cuidarla" - decía Zuna.

Pasaron semanas, y asombrados, los abuelos del pueblo veían cómo Zuna compartía su sabiduría con el grupo de niños. Un día, mientras jugaban al atardecer, un misterioso viento comenzó a elevar algunas hojas alrededor de ellos.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Inti.

Zuna se rió y respondió:

"Es solo el viento, Inti, pero mira: tus pensamientos y deseos pueden llevarte lejos, ¡incluso más lejos que las estrellas!"

Al llegar el día en que Zuna se debía ir, Inti se sintió triste.

"¡No te vayas!" - imploró.

"Siempre llevaré tus enseñanzas conmigo y volveré algún día" - prometió Zuna. "Recuerda siempre cuidar de tu hogar, así como en Luminara lo hacemos. Puede que mis hermanos y yo regresemos a visitarlos algún día.”

Con un último destello de luz, Zuna se despidió y, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció.

Inti guardó la esfera con cuidado. Con el tiempo, se convirtió en un gran sabio y maestro. Junto con los ancianos, enseñó a los nuevos niños del pueblo que cuidar de la naturaleza es cuidar de uno mismo.

Y así, en las orillas del Lago Titicaca, entre las leyendas de extraterrestres y antiguos, el espíritu de Inti y Zuna continuó brillando como las estrellas, recordando a todos la importancia de la conexión entre seres de diferentes mundos y el amor por nuestro hogar. El lago, siempre presente, seguía siendo un espejo de sueños y misterios, donde la amistad podía surgir de los lugares más inesperados.

FIN.

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