Los guardianes del mar



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, dos amigos muy especiales: Mari y Te la Meto. Mari era una niña alegre y curiosa, siempre dispuesta a aprender cosas nuevas.

Te la Meto, por otro lado, era un travieso delfín que vivía en el mar cercano al pueblo. Un día de verano, el sol brillaba con fuerza y el calor se hacía insoportable.

Mari decidió que sería divertido ir a nadar en el mar para refrescarse. Sin pensarlo mucho, invitó a Te la Meto a acompañarla en su aventura acuática. Al principio, Te la Meto estaba emocionado por la idea de nadar con su amiga Mari.

Pero pronto comenzó a preocuparse porque sabía que los delfines no podían estar fuera del agua durante mucho tiempo sin sentirse incómodos. "Mari, me encantaría nadar contigo pero recuerda que soy un delfín y necesito volver al agua regularmente", advirtió Te la Meto con voz preocupada.

Mari entendió las preocupaciones de su amigo y decidió buscar una solución creativa para poder disfrutar juntos de su día en el mar. "No te preocupes, Te la Meto. Tengo una idea genial", exclamó Mari con entusiasmo.

Mari recordó que cerca del puerto había un antiguo barco naufragado convertido en museo submarino. Sabía que dentro del barco habría suficiente agua para mantener a su amigo fresco mientras ella seguía nadando.

Así que juntos se dirigieron hacia el puerto y encontraron el barco hundido. Con cuidado, Mari ayudó a Te la Meto a entrar en el barco, donde encontraron un pequeño estanque lleno de agua fresca.

"¡Mira, Te la Meto! Aquí dentro estarás seguro y cómodo mientras yo nado en el mar", dijo Mari con una sonrisa. Te la Meto se sintió aliviado y emocionado por poder acompañar a su amiga sin preocuparse por su bienestar.

Mientras Mari disfrutaba del agua salada del mar, Te la Meto nadaba felizmente en el estanque del barco naufragado. Pasaron horas nadando juntos, riendo y explorando las profundidades del océano.

Pero cuando llegó el momento de regresar a casa, Mari supo que tenía que encontrar una manera de sacar a Te la Meto del barco sin lastimarlo. Con ingenio y paciencia, Mari construyó un pequeño tobogán improvisado usando materiales que encontró en el barco.

Con mucho cuidado, ayudó a Te la Meto a deslizarse por el tobogán hasta llegar al mar nuevamente. "¡Lo logramos!", exclamó Mari emocionada mientras abrazaba a su amigo delfín.

Te la Meto estaba encantado con la experiencia y muy agradecido con su amiga por haber encontrado una solución para poder nadar juntos sin ponerlo en peligro. Desde ese día, Mari y Te la Meto se convirtieron en inseparables compañeros de aventuras acuáticas.

Juntos descubrieron nuevas especies marinas, limpiaron las playas de basura e inspiraron a otros niños y niñas del pueblo para cuidar del océano. Y así fue como Mari y Te la Meto demostraron que, con ingenio y amistad, se pueden superar cualquier obstáculo y disfrutar de momentos inolvidables juntos.

FIN.

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