Los Guardianes del Río Mágico



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un bosque encantado que siempre había despertado la curiosidad de los niños. Este bosque era especial, porque se decía que en su interior había un río muy largo que brillaba con colores que nunca habían visto. Un grupo de amigos: Sofía, Tomás, Ana y Lucas, decidieron explorar el bosque un sábado por la mañana.

"No puedo esperar a ver ese río", dijo Sofía, mientras se ataba los cordones de sus zapatillas.

"Cuentan que si lo cruzás, llegás a otra dimensión", agregó Tomás, con una sonrisa traviesa.

Antes de entrar al bosque, se encontraron con un viejo árbol con una cara sonriente que parecía tener vida.

"¡Hola, pequeños aventureros!", saludó el árbol. "Soy el Guardián del Bosque. Si quieren cruzar al otro lado del río, deberán resolver tres acertijos."

Los niños miraron entre ellos con emoción. Ana, que siempre había amado los acertijos, dio un paso adelante.

"¡Aceptamos el desafío!".

El árbol sonrió y les lanzó el primer acertijo:

"¿Qué es tan frágil que al decir su nombre se rompe?".

Los niños se miraron confundidos. Después de un momento, Lucas gritó:

"¡El silencio!".

"Bien hecho", dijo el árbol. "Ahora, el segundo acertijo: ¿Qué tiene raíces que no se ven, pero crece más alto que muchos árboles?".

Sofía pensó por un momento y exclamó:

"¡Una montaña!".

"Correcto" , respondió el árbol, que empezó a moverse un poco por la satisfacción. "Y ahora, el último acertijo: ¿Qué puede llenar una habitación, pero no ocupa espacio?".

Los niños se quedaron en silencio, rascándose la cabeza, pero Ana recordó algo de su escuela y dijo:

"¡La luz!".

El árbol aplaudió con sus hojas.

"Lo han hecho, pequeños amigos. El camino está despejado, pero recuerden, en la otra dimensión deberán cuidar el ambiente y ser buenos guardianes de la naturaleza.".

Los niños atravesaron el río, y al cruzar, se encontraron en un mundo lleno de maravillas. Los árboles eran altísimos, las flores parlantes les decían buenos días, y todo brillaba con una luz mágica.

"¡Miren eso!", gritó Tomás, señalando un grupo de criaturas parecidas a pequeños dragones, pero con alas de mariposa.

"Tienen que ser los guardianes de este lugar", dijo Lucas.

De repente, un dragón pequeño se acercó a los niños y les dijo:

"Hola, soy Chispa. Bienvenidos a nuestro hogar. Pero necesitamos su ayuda. Los humanos a veces olvidan cuidar de la naturaleza, y nosotros estamos en peligro."

Los niños se miraron asustados.

"¿Cómo podemos ayudar?", preguntó Sofía.

Chispa explicó que había un lugar sagrado en el bosque donde se protegía la energía de la naturaleza, pero la gente estaba talando árboles sin pensar. "Si no paramos esto, nuestro hogar se desvanecerá".

"¡Debemos hacer algo!", dijo Ana, emocionada. "Podemos hablar con los adultos de nuestro pueblo. Ellos deben entender cómo cuidar su entorno."

Los niños se comprometieron a ayudar a Chispa y a sus amigos. Pasaron el día explorando el nuevo mundo, aprendiendo sobre sus maravillas y los peligros de no cuidar el planeta. Al caer la noche, Chispa les llevó de vuelta al río para que pudieran regresar a casa.

"Prometan que nos ayudarán", dijo Chispa con sus ojos brillantes.

"¡Prometido!", gritaron todos al unísono.

Al regresar al pueblo, los niños se reunieron para contarles a los demás lo que habían aprendido. Juntos, organizaron una campaña sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

Con el tiempo, el pueblo comenzó a plantar árboles, limpiar ríos y enseñar a otros sobre la importancia de la naturaleza. Los niños nunca olvidaron su aventura en la dimensión mágica y se convirtieron en los mejores guardianes del bosque, protegiendo el lugar encantado y enseñando a los demás a cuidarlo. Todo comenzó con un río muy largo y la promesa de ser amigos de la naturaleza.

FIN.

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