Los guardianes del terodáctilo perdido


En la hermosa Isla de Puan vivían muchos niños y niñas que disfrutaban de jugar en la playa, explorar los bosques y descubrir todos los secretos que el lugar guardaba.

Un día, algo extraordinario sucedió: ¡un terodáctilo apareció volando sobre la isla! Todos se sorprendieron al ver a esta criatura prehistórica surcando el cielo con sus enormes alas. Los niños, llenos de curiosidad y emoción, decidieron seguir al terodáctilo para descubrir de dónde había venido.

Lo vieron aterrizar en una cueva escondida en lo más profundo del bosque. Sin dudarlo, se adentraron en la oscuridad siguiendo al misterioso visitante. Dentro de la cueva, encontraron al terodáctilo herido y asustado.

Se acercaron con cuidado y vieron que tenía una pata atrapada entre las rocas. Los niños sabían que tenían que ayudarlo, así que buscaron palos y cuerdas para intentar liberarlo.

"Tranquilo amigo terodáctilo, te vamos a sacar de aquí", dijo Valentina, la niña más valiente del grupo. Con mucho esfuerzo lograron liberar al terodáctilo, quien les miró con gratitud en sus grandes ojos amarillos. Para sorpresa de los niños, el terodáctilo comenzó a hablar. "Gracias por salvarme.

Mi nombre es Dino y soy un viajero del tiempo que quedó atrapado aquí en vuestra época", explicó Dino con voz grave pero amigable.

Los niños estaban emocionados por conocer a un ser tan especial como Dino y le preguntaron mil cosas sobre su vida en la prehistoria. Dino les contó historias fascinantes sobre dinosaurios, volcanes y aventuras increíbles que había vivido. "¿Y cómo haremos para devolverte a tu época?", preguntó Martín, el líder del grupo.

Dino les explicó que necesitaba encontrar un cristal mágico perdido en la isla que tenía el poder de abrir portales temporales. Los niños no lo pensaron dos veces y se dispusieron a ayudar a su nuevo amigo.

Durante días recorrieron cada rincón de la isla hasta que finalmente encontraron el cristal mágico brillando bajo una cascada cristalina. Con cuidado lo tomaron y regresaron junto a Dino a la cueva donde todo comenzó.

Dino colocó el cristal en el suelo e invocó un portal temporal que empezó a brillar intensamente frente a ellos. Los niños se despidieron emocionados pero tristes por tener que dejar ir a su nuevo amigo. "Nunca olvidaremos esta aventura juntos", dijo Sofía con lágrimas en los ojos mientras abrazaba fuertemente a Dino.

Con un último rugido amistoso, Dino atravesó el portal desapareciendo ante los ojos maravillados de los niños.

La Isla de Puan volvía tranquilamente a su rutina pero ahora estaba llena de magia y recuerdos inolvidables gracias al día en que conocieron al simpático viajero del tiempo llamado Dino.

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