Los Guardianes del Umbral
En un lejano lugar llamado Aldealuz, donde las estrellas brillaban con un resplandor intenso y los ecos de los valles susurraban secretos olvidados, existía un grupo de amigos muy especiales. Eran los Guardianes del Umbral: Aurora, una valiente niña con el poder de conectarse con la naturaleza; Nilo, un chico ingenioso que podía crear objetos de hielo con solo tocar cosas frías; y Eco, un pequeño pájaro que sabía repetir las palabras más sabias que escuchaba.
Un día, mientras exploraban los bosques de Aldealuz, Aurora y Nilo encontraron un viejo portal entre dos árboles gigantes.
- “¡Mirá esto, Nilo! ¿Te parece que podamos cruzar? ” - preguntó Aurora, sorprendida por lo misterioso del lugar.
- “No lo sé, tal vez deberíamos averiguar qué hay del otro lado” - respondió Nilo, mientras su aliento creaba pequeñas nubes de vapor al frío que emitía.
- “Yo puedo ayudarlos” - cantó Eco, revoloteando alrededor. - “He escuchado que al otro lado del portal hay un mundo de maravillas, pero también de peligros.”
Intrigados y emocionados, decidieron cruzar el umbral. Al hacerlo, sintieron un gran resplandor iluminando sus rostros. Se encontraron en un lugar mágico lleno de criaturas nunca antes vistas: árboles de caramelo, ríos de chocolate y flores que podían cantar. Pero no todo era perfecto; al fondo, vieron un castillo cubierto de hielo que pertenecía a una malvada criatura llamada Frigidus, quien había robado la magia de color y alegría de Aldealuz.
- “¡Debemos hacer algo! ” - exclamó Aurora mirando a sus amigos. - “Si no recuperamos la magia, nuestro mundo se volverá gris y triste.”
- “Pero, ¿cómo lo hacemos? Frigidus es muy fuerte” - se preocupó Nilo, apretando sus manos frías como el hielo.
- “Con valentía y trabajo en equipo, todo es posible” – aseguró Eco. - “Yo puedo acercarme volando y distraerlo mientras ustedes buscan la forma de quitarle la magia.”
Así, decidieron que el pequeño pájaro sería su espía. Antes de iniciar su arriesgada misión, Eco les dejó un consejo:
- “Recuerden, los ecos pueden ser poderosos. La valentía se amplifica cuando están unidos, y cada pequeño gesto cuenta.”
Con el plan en marcha, Eco voló hacia el castillo y empezó a chantajear y distraer a Frigidus, picándole las alas y cantando melodías graciosas. Mientras tanto, Aurora y Nilo se escabulleron por el lado oscuro de la fortaleza. Allí, encontraron la fuente de toda la magia robada: un gran cristal reluciente.
- “¡Es increíble! ” - exclamó Nilo mientras tocaba la superficie del cristal, haciendo que se helara levemente.
- “Rápido, tenemos que abrirlo” - dijo Aurora con determinación. – “Quizás podamos devolver la magia a su lugar. Sujétame la mano.”
Al unirse, un resplandor comenzó a emanar de sus manos, mientras el cristal comenzaba a transformarse, liberando destellos de colores que se esparcieron por toda la habitación. En ese momento, Frigidus se dio cuenta de que estaban intentando recuperar su magia.
- “¡Deténganse! ” - gritó el monstruo de hielo, intentando atraparlos con sus manos heladas.
- “¡Ya es suficiente, Frigidus! ” - dijo Eco, ahora de vuelta junto a sus amigos. - “No necesitas robar la alegría de los demás. Comparte la magia y verás que también puedes disfrutar de ella.”
Frigidus paró en seco, confundido por las palabras de Eco. Todo el resplandor provenía del cristal y los amigos, y empezó a ver la belleza que había en compartir.
- “¿Puedo…? ” - murmuró Frigidus, incapaz de entender cómo había olvidado la importancia de la amistad y de la alegría.
La niña y el chico asintieron, dándole la oportunidad de cambiar. En ese instante, el cristal se rompió en mil fragmentos, liberando una oleada de colores que envolvió a todos. Frigidus, sorprendido, se dio cuenta de lo bien que se sentía al sentir el calor de la magia.
De pronto, el castillo comenzó a derretirse y en su lugar emergieron flores brillantes, árboles alegres y criaturas encantadas.
- “Gracias por volver a mostrarme el camino” - dijo Frigidus con lágrimas de felicidad en sus fríos ojos. - “He aprendido que compartir la alegría multiplica la felicidad.”
Juntos regresaron a Aldealuz, llevando consigo la magia restaurada. Entonces, Aurora, Nilo, Eco y hasta Frigidus se convirtieron en los nuevos Guardianes del Umbral, protegiendo su hogar y recordando a todos lo importante que es compartir la magia.
Desde ese día, el bosque de Aldealuz nunca volvió a ser gris, y los ecos de sus risas retumbaban por todos los rincones.
- “¡Cada día es una aventura! ” - celebró Aurora.
- “Y siempre debemos estar listos para ayudar a los demás” - añadió Nilo.
- “Y recordar las cosas valiosas que podemos aprender” - concluyó Eco.
Y así, con su amistad y un poco de magia, los Guardianes del Umbral demostraron que, juntos, todo es posible.
FIN.