Los Guardias de la Amistad
Era una mañana soleada en la ciudad de Vallegra, donde dos amigos inseparables, Juan y Bautista, descubrieron que tenían habilidades especiales. Juan, un chico alegre con una gran imaginación, podía volar con solo pensar en un lugar al que quería ir. Por otro lado, Bautista, el pensador del grupo, tenía el poder de hacer crecer plantas y flores con solo tocarlas.
"¡Mirá, Juan! ¡Puedo hacer que esta semilla se convierta en un árbol!" - dijo Bautista emocionado mientras tocaba una pequeña semilla en el jardín de su casa.
"¡Eso es increíble, Bautista! Imaginá lo que podríamos hacer juntos. ¡Podríamos ayudar a todos en Vallegra!" - contestó Juan, soñando en voz alta.
Un día, mientras exploraban el parque de la ciudad, escucharon un grito lejano.
"¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!" - resonaba la voz de una niña. Sin pensarlo dos veces, los dos amigos se miraron y rápidamente se dirigieron hacia el sonido.
Al llegar, encontraron a Ana, una niña del barrio que había perdido a su gato, Michi.
"No puedo encontrarlo, se escapó y ahora tengo miedo de que algo le pase" - lloraba Ana.
Juan y Bautista no dudaron un instante.
"¡No te preocupes! ¡Nosotros te ayudaremos!" - dijo Juan mientras levantaba el vuelo y se lanzaba por el aire, buscando a Michi desde las alturas.
Bautista, por su parte, comenzó a tocar algunas plantas cercanas para atraer a los animales. Después de unos minutos de búsqueda, Juan avistó a Michi escondido detrás de un árbol grande.
"¡Está allá! ¡Lo vi!" - gritó Juan mientras descendía rápidamente.
Con cuidado, los chicos se acercaron al árbol y Bautista le habló suavemente a Michi.
"Ven aquí, pequeño. Ana te extraña y está muy preocupada" - dijo Bautista, usando su poder para que unas flores comenzaran a moverse suavemente.
Al ver los colores brillantes y sentir la calma del ambiente, Michi salió de su escondite y se acercó a ellos. Ana abrazó a su amado gato con lágrimas de felicidad.
"¡Gracias, chicos! No sé qué haría sin ustedes" - dijo Ana, sonriendo entre lágrimas.
Pero justo en ese momento, un grupo de chicos del barrio comenzó a gritar. Habían visto a un perrito atrapado en un arbusto espinoso.
"¡Ayuda, por favor! ¡El perrito no puede salir!" - dijeron angustiados.
Juan y Bautista no dudaron de nuevo.
"¡Vamos, Bautista! ¡Otro rescate!" - dijo Juan mientras se preparaba para volar nuevamente.
Bautista corrió hacia donde estaba el perrito y, con su poder, hizo que las espinas crecen menores, creando un camino seguro.
"¡Despacito, amigo! Te vamos a ayudar" - aseguró Bautista mientras el perrito, al verse libre, corrió hacia los brazos de su dueño que lo esperaba al lado.
Los chicos del barrio aplaudieron por la valentía de Juan y Bautista.
"¡Son unos verdaderos héroes!" - gritaron mientras los amigos sonreían.
A medida que los días pasaban, Juan y Bautista decidieron usar sus habilidades para ayudar más a su comunidad. Cada fin de semana, formaron un grupo donde todos los niños podían aprender a trabajar juntos y ser buenos amigos. Plantaron flores en toda la ciudad y ayudaron a que la gente se cuidara entre sí.
"¡Mirá cómo creció esta plaza con nuestras semillas!" - dijo Bautista mientras observaban el trabajo realizado.
"Sí, es genial, pero lo mejor es que todos hemos hecho esto juntos" - respondió Juan, feliz.
Con el tiempo, Juan y Bautista no solo se convirtieron en héroes para sus amigos y vecinos, sino que inspiraron a otros a ser amables, cooperar y cuidar el entorno.
Los chicos aprendieron que la verdadera amistad y la unión son los mayores poderes que uno puede tener, y que, juntos, pueden lograr cosas increíbles.
Así, Juan y Bautista siguieron siendo los Guardias de la Amistad, un ejemplo a seguir para todos en Vallegra, recordando siempre que un pequeño acto de bondad puede cambiar el mundo, un día a la vez.
FIN.