Los Gusanos Aventura en la Escuela



Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris, y los estudiantes estaban ansiosos por conocer a los nuevos habitantes de la clase de ciencias: unos pequeños gusanos de seda que iban a ayudarles a aprender sobre la metamorfosis. La profesora Rodríguez, con una gran sonrisa, les mostró la larga caja que contenía a los diminutos inquilinos.

"¡Miren qué hermosos son!", dijo la profesora, señalando la caja llena de gusanos.

"¡Son tan tiernos!", exclamó Valentina, con los ojos brillantes.

"¿Pueden hacer trucos de magia?", preguntó Juan con una risa contagiosa.

Los niños pasaron la mañana observando a los gusanos, fascinados por cómo se movían y comían hojas de morera; pero, al final de la clase, un pequeño descuido cambió todo. La profesora olvidó cerrar la tapa de la caja. Un viento suave entró por la ventana y, ¡ZAS! , la tapa voló y los gusanos comenzaron a escabullirse uno a uno.

"¡Ay no! ¡Los gusanos!", gritó la profesora.

"¡Son libres, son libres!", gritó Diego, con una mezcla de alegría y preocupación.

Los gusanos empezaron a correr, deslizándose por el suelo y subiendo por las mochilas de los estudiantes. Los chicos estallaron en risas y comenzaron a correr detrás de ellos.

"¡Atrápenlos! ¡No dejen que se escapen!", decía Valentina mientras se lanzaba sobre una mochila.

Uno de los gusanos, al que llamaron Gus, se subió a la silla de la profesora. Desde allí, miraba a todos con curiosidad. Lucía como si intentara dar un pequeño discurso.

"¡Soy el rey de la clase!", pareció decir con sus movimientos.

Los niños empezaron a crear un plan para atrapar a los gusanos. Primero decidieron hacer un circuito de obstáculos utilizando libros, almohadones y cajas vacías. Cada vez que un gusano pasaba, los chicos lo animaban:

"¡Vamos Gus, apurate!", gritó Juan.

"¡No te escapes!", añadía Valentina.

Y así fue como los gusanos usaron toda su astucia para sortear los obstáculos, causando un caos divertido en la clase. Uno de ellos decidió correr hacia el aula de música, donde los niños estaban ensayando para un recital. Al ver a Gus deslizándose entre los instrumentos, comenzaron a reírse.

"¡Miren! ¡Gus hace una jam session!", dijo agitando una guitarra.

"¡Qué rockero!", rió una niña.

El profesor de música, muy bien dispuesto, comenzó a hacer un ritmo con su tamboril y los niños lo siguieron, creando un himno para el rey Gus. Mientras tanto, otro grupo de niños persiguió a un segundo gusano, que se había metido en el aula de arte.

"¡Este es el taller de pintura! ¡Seguro que le gusta!", decía Tomás mientras un gusano se enredaba en un pincel.

Finalmente, los gusanos fueron conducidos a la sala de ciencias, donde un círculo de alumnos los esperaba con entusiasmo. Con paciencia y risas, lograron recoger a cada uno de los pequeños escapistas.

La profesora Rodríguez, después de ver toda la aventura, pensó que había sido una lección invaluable. En vez de corregirlos, decidió que podían hablar sobre lo que habían aprendido de los gusanos.

"¿Qué creen que pasó hoy?", preguntó.

"Los gusanos nos mostraron que a veces la diversión está justo enfrente, solo hay que saber mirarla!", dijo Valentina, con una gran sonrisa.

Los niños se llenaron de ideas, y juntos empezaron a planear un proyecto sobre la vida de los gusanos de seda, su metamorfosis y su importancia en el ecosistema.

Así que, aunque habían pasado por un lío gigante, los pequeños aprendizajes que obtuvo la clase fueron invaluables. Aprendieron que todos pueden aportar al aula, incluso los más pequeños y, sobre todo, que aprender no siempre tiene que ser serio; a veces, un poco de locura es justo lo que se necesita para aprender mejor.

Desde ese día, los estudiantes no solo cuidaron de sus gusanos, sino que cada vez que veían a Gus recordaban que la curiosidad y la risa siempre son buenos compañeros de aventura.

FIN.

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