Los Helados de la Amistad



Era una calurosa tarde en Buenos Aires, y la heladería "Dulce Frescor" era el lugar más concurrido del barrio. Cinco chicos, cada uno con su estilo único, se encontraron allí por pura casualidad.

Los chicos eran: Julián, un amante del fútbol; Valentina, cuya risa era tan dulce como el chocolate; Lucas, un experto en videojuegos; Sofía, una apasionada de los libros; y Mateo, un aventurero sin igual.

"¡Hola!", saludó Julián al ver a los otros. "¿También vinieron a probar los nuevos sabores de helado?"

"¡Sí!", exclamó Valentina con entusiasmo. "Escuché que tienen helado de dulce de leche con chocolate amargo. ¡Quiero probarlo!"

"Yo prefiero el de frutilla", dijo Lucas, mirando el menú.

"A mí me encanta el helado de menta con chispas de chocolate", agregó Sofía.

"Yo quiero el de limón. ¡Es tan refrescante!", gritó Mateo.

Todos se miraron y, de repente, Valentina tuvo una idea brillante.

"¿Y si compramos varios sabores y compartimos? ¡Así probamos todo!"

"¡Me encanta la idea!", gritaron todos.

Decidieron comprar cinco helados: uno de dulce de leche con chocolate amargo, otro de frutilla, uno de menta con chispas de chocolate, uno de limón, y un helado de vainilla para que nadie se quedara sin su gusto favorito.

Mientras disfrutaban de sus helados, comenzaron a hablar y a conocerse mejor.

"¿Cuál es tu deporte favorito, Julián?", preguntó Sofía.

"El fútbol, ¡me encantaría jugar en un equipo!", respondió Julián, con los ojos brillantes.

"Yo prefiero leer sobre aventuras en libros", dijo Lucas, mientras se le caía un poco de helado de frutilla.

"Yo me imagino siendo una exploradora, viajando por el mundo", agregó Mateo.

"¿Y si un día hacemos nuestra propia aventura?", sugirió Valentina.

A todos les pareció una gran idea. Pero, de repente, una ráfaga de viento sopló y un helado de limón rodó por el suelo.

"¡Noooo!", gritó Mateo.

"No te preocupes, Mateo", dijo Sofía, tratando de consolarlo. "Podemos compartir los demás. La aventura puede continuar, ¡hacia nuevos sabores!"

Así, decidieron explorar el barrio después de terminar sus helados. Comenzaron a caminar y a jugar, y en el camino, encontraron un perro callejero que parecía muy triste.

"¡Miren ese perrito!", exclamó Valentina.

"Pobrecito, parece que está solo", dijo Julián.

"¿Lo ayudamos?", preguntó Mateo.

Los chicos se pusieron de acuerdo y decidieron llevar al perrito a la veterinaria.

"No sé si tenés suficiente helado, Mateo, pero tu corazón es enorme", bromeó Lucas.

Con cariño y risas, llevaron al perrito a la veterinaria, donde lo revisaron y le dieron un poco de comida. ¡Así, no solo habían disfrutado de helados, sino que también habían hecho una buena acción!"¡Hicimos un nuevo amigo!", dijo Sofía, acariciando al perrito que movía la cola felizmente.

Después de eso, los chicos decidieron adoptar al perrito y le pusieron el nombre de Heladito, en honor a su propio día de helados.

"Un helado no se disfruta solo, ¡se comparte!", dijo Valentina sonriendo.

"Como la amistad", agregó Mateo.

Desde aquel día, los cinco chicos se volvieron inseparables y, junto a Heladito, vivieron muchas más aventuras por el barrio, siempre compartiendo helados y risas. La heladería "Dulce Frescor" se volvió su lugar favorito, y cada vez que se juntaban, probaban nuevos sabores y se recordaban lo importante que era compartir.

Así, aprendieron que lo más delicioso de la vida no es el helado, sino las amistades que compartimos.

FIN.

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