Los Hermanitos y la Señora Grandota



En un pequeño barrio de la ciudad, vivían dos hermanitos, Lucas y Sofía, que siempre estaban llenos de energía y curiosidad. Un día, mientras exploraban su vecindario, se encontraron con una gran casa que nunca antes habían visto. Era imponente y sus paredes estaban cubiertas de enredaderas. En la vereda había una señora grandota, con un delantal y un sombrero de paja. Ella se llamaba Doña Elena y parecía un poco triste.

"Hola, señora, ¿por qué está tan triste?" - preguntó Lucas.

"Ah, chicos, ¿cómo están? Es que estoy tratando de cuidar mi jardín, pero soy un poco mayor y no puedo hacerlo sola. Las flores se están marchitando y no sé cómo hacerlas revivir" - respondió Doña Elena con un suspiro.

Sofía, entusiasmada, miró a su hermano y dijo: "¡Podemos ayudarla!"

"¿De verdad?" - preguntó Doña Elena, levantando la vista con esperanza.

"Sí, somos buenos ayudantes" - aseguró Lucas, llenándose de emoción.

Así, los hermanitos se ofrecieron a ayudar a la señora grandota. Al día siguiente, llegaron temprano a su casa con gorros de sol y guantes de jardinería, listos para trabajar. Doña Elena les enseñó a plantar, regar y cuidar las flores. Mientras trabajaban, se rieron y compartieron historias.

"¿Qué flores son estas?" - inquirió Sofía, mientras plantaba unas semillas.

"Son girasoles. Siempre he querido que florezcan grandes y hermosos" - respondió Doña Elena, sonriendo.

Poco a poco, el jardín comenzó a cobrar vida. Las flores se enderezaban y los colores vibrantes llenaban el espacio. Los hermanitos se sentían muy orgullosos.

Pero un día, una tormenta se desató repentinamente. Los vientos eran fuertes y la lluvia azotaba el jardín. "¡Rápido! Tenemos que proteger las flores!" - gritó Lucas.

Los tres se pusieron a trabajar rápidamente, usando cajas y mantas para cubrir las plantitas. Al terminar, se sentaron en el porche de Doña Elena, exhaustos pero satisfechos.

"Nunca había tenido un jardín tan hermoso como este. Gracias a ustedes, tengo esperanza de que florezcan unos días" - dijo Doña Elena con lágrimas en los ojos.

Al poco tiempo, los girasoles empezaron a aparecer, altos y radiantes, llenando de alegría a todos en el vecindario. A medida que pasaban los días, el jardín de Doña Elena se convirtió en un lugar especial donde todos, incluidos otros niños, venían a jugar y disfrutar del sol.

Los hermanitos aprendieron que trabajar juntos y ayudar a otros puede cambiar no solo el día de alguien, sino toda una comunidad.

Un día, mientras se hacían una fotaza con los girasoles de fondo, Sofía dijo: "¡Mirá, Lucas! Con nuestro esfuerzo, hicimos que el jardín florezca. Y todo gracias a ayudar a la señora Doña Elena."

"Sí, Sofía. Pero no solo florencieron las plantas. También florecieron las sonrisas, la amistad y el trabajo en equipo" - contestó Lucas con una sonrisa.

Desde ese día, los hermanitos nunca olvidaron la importancia de ayudar a los demás y de cuidar lo que amaban. No solo ayudaron a Doña Elena, sino que crearon recuerdos que siempre llevarían en su corazón.

FIN.

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