Los Hermanos del Refugio



Había una vez, en el año 1930, dos hermanos llamados Mateo y Nicolás. Mateo tenía 14 años, mientras que su pequeño hermano, Nicolás, apenas contaba con 5. Vivían en un pueblo que estaba pasando por tiempos difíciles. Después de que sus padres se marcharan a buscar trabajo a la gran ciudad, los chicos tuvieron que vivir con su tía Clara, una mujer bondadosa pero que también estaba angustiada por la situación.

Una tarde, mientras jugaban en el pequeño jardín de la casa, Mateo escuchó un ruido muy fuerte en el cielo.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Nicolás, con sus ojos grandes y asustados.

"No sé, pero parece que viene de lejos" - respondió Mateo, mirando por encima de la cerca.

Poco después, los aviones comenzaron a sobrevolar el pueblo, lanzando folletos en lugar de bombas. Los folletos decían que había escasez de alimentos y que la gente debía salir de sus casas para buscar ayuda. Pero a medida que los aviones pasaban, Mateo llegó a escuchar sobre ataques aéreos en otros lugares.

Una tarde, tras una dura discusión con tía Clara sobre cómo debían manejarse las cosas, Mateo y Nicolás decidieron salir de la casa.

"¡No quiero quedarme aquí!" - gritó Nicolás, mirando a su hermano.

"Nadie nos comprenderá, Nicolás. ¡Vamos al refugio!" - dijo Mateo, decidido.

Los dos hermanos salieron corriendo hacia un viejo refugio antiaéreo que habían visto en el parque. Aunque estaba desordenado, el lugar resultaba bastante seguro. Allí se escondieron, mientras afuera los aviones seguían sobrevolando el pueblo.

Una vez dentro, Mateo le hizo una promesa a Nicolás.

"Siempre estaré aquí para cuidarte, no te preocupes" - le dijo con esta determinación que lo caracterizaba.

Pasaron las horas y la situación se hizo más tenue al ocaso del sol. Decidieron que debían buscar algo para comer. Juntos, comenzaron a buscar algo de alimento dentro del refugio. Encontraron algunas latas olvidadas con comida que estaban ligeramente oxidadas, pero Mateo no se desanimó.

"¡Mirá! Aquí hay frijoles, ¿no es genial?" - dijo mientras mostraba la lata a Nicolás.

Los hermanos comenzaron a hacer planes para salir del refugio la mañana siguiente y se fueron a dormir con el estómago vacío, pero el corazón lleno de sueños. Sin embargo, esa noche no todo fue paz. Mateo tuvo un mal sueño y despertó a Nicolás.

"Nicolás, hay que hacer algo. Necesitamos ir a buscar más ayuda" - le dijo mientras trataba de calmar su respiración.

Nicolás sonrió con su ternura infantil.

"¿Vamos a volar como los aviones?" - preguntó su hermano menor, con la inocencia que solo tiene un niño de su edad.

Mateo sonrió también.

"Sí, volaremos lejos de aquí, pero primero tenemos que cuidarnos y encontrar comida" - respondió.

Al día siguiente, decidieron salir a buscar ayuda. Cuando abrieron la puerta del refugio, el sol brillaba y el cielo parecía más amable. Se encontraron con varios vecinos que también estaban buscando alimentos y se unieron a ellos. Con cada nuevo encuentro, los hermanos se dieron cuenta de que no estaban solos. Juntos, podían formar un equipo. Las risas y los abrazos comenzaron a llenar el aire.

"¿Ves? Podés volar con tus pies, Nicolás" - le dijo Mateo, mientras todos se ayudaban entre sí.

Con el tiempo, los hermanos lograron reunir alimentos y apoyo, y decidieron regresar a la casa de tía Clara. Cuando entraron, su tía los recibió con un apretón de brazos.

"¡Hermanitos! ¡Pensé que no volverían!" - exclamó Clara, aliviada.

"Tía, ¡hemos aprendido a sobrevivir y cuidar de nosotros!" - dijo Mateo, orgulloso.

Desde ese día, Mateo y Nicolás siguieron trabajando juntos, ayudaron a otros en su comunidad y aprendieron que la valentía y el amor fraternal podían superar cualquier adversidad. Juntaron fuerzas y convencieron a más niños a cuidar de sus familias y a repartir comida entre todos. Comprendieron que nunca estarían solos si trabajaban juntos.

La historia de esos dos hermanos se convirtió en un símbolo de unidad y apoyo en su pueblo, y siempre recordarían aquella época, no como un tiempo de miedo, sino como una oportunidad para aprender y crecer juntos.

FIN.

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