Los Hermanos Perdidos en el Bosque Encantado
Era un soleado día de verano cuando los tres hermanos, Nicolás de 10 años, Sofía de 6, y Tomás de 5, decidieron explorar el bosque cercano a su casa. La mamá siempre les decía que no se alejaran demasiado, pero la curiosidad de los niños era más fuerte.
"¿Vamos un poquito más adentro?" - preguntó Sofía, mirando los árboles altos que parecían tocar el cielo.
"Sí, seguro que hay cosas mágicas allí" - respondió Nicolás emocionado.
"¡Yo quiero ver hadas!" - gritó Tomás, saltando por todos lados.
Juntos, se adentraron en el bosque. Al principio todo era divertido: observaban mariposas de colores, hacían carreras y recogían flores. Pero al rato, se dieron cuenta de que habían caminado tan lejos que no reconocían el camino de vuelta.
"¿Dónde estamos?" - preguntó Nicolás, mientras miraba alrededor con nerviosismo.
"Yo no sé, pero tengo miedo" - dijo Sofía, abrazando a Tomás.
"No se preocupen, yo sé cómo volver" - aseguró Nicolás con voz firme, aunque en su interior comenzaba a dudar.
Siguieron avanzando entre los árboles, intentando encontrar una pista conocida, pero todo le parecía igual. Después de un rato, se sentaron en una roca grande, cansados y desorientados.
"Quizás deberíamos quedarnos aquí y esperar a que mamá nos encuentre" - sugirió Sofía.
"No, ¡no podemos! Tenemos que hacer algo" - insistió Nicolás.
"¡Yo tengo hambre!" - dijo Tomás, haciendo un puchero.
Justo cuando la tristeza parecía invadirlos, escucharon un sonido peculiar. Era un ruido suave, como el canto de un pájaro. Sigilosamente, se acercaron y vieron a un pequeño zorro de pelaje dorado.
"¡Mirá, un zorro!" - exclamó Tomás emocionado.
"Parece amistoso" - agregó Sofía.
"Sí, tal vez nos pueda ayudar" - dijo Nicolás, siempre el más valiente.
El zorro los miró con curiosidad, moviendo su cola de un lado a otro. Sin dudarlo, Nicolás decidió seguirlo. El zorro corrió entre los árboles, y los hermanos lo siguieron, llenos de esperanza.
"¿Creés que nos llevará a casa?" - preguntó Sofía, mientras corría detrás de Nicolás.
"Espero que sí" - respondió él, un poco más seguro.
Después de un rato, llegaron a un claro hermoso que nunca habían visto antes. Allí había un estanque con agua cristalina y flores de mil colores. Todo parecía mágico.
"¡Es precioso!" - dijo Sofía, mientras se inclinaba a mirar su reflejo en el agua.
"Eso es increíble, pero ¿dónde está el camino?" - murmuró Nicolás, preocupado.
El zorro se sentó junto a ellos y pareció pensar un momento. Luego, se dio vuelta y comenzó a correr de nuevo, claro que esta vez mirando hacia atrás para asegurarse de que los hermanos lo seguían.
"¡Vamos!" - gritaron todos al unísono, llenos de energía.
El zorro los condujo por un sendero oculto entre los árboles, y tras unos minutos de carrera, finalmente, los hermanos pudieron ver un destello de luz que provenía del sol que brillaba a través de las hojas. Era la salida del bosque.
"¡Mirá, ahí está la salida!" - gritó Tomás con alegría.
"¡Lo logramos!" - dijo Nicolás con una gran sonrisa.
"Gracias, zorro" - dijo Sofía mientras el zorro se detenía y los miraba con ojos brillantes.
El zorro asintió antes de desaparecer entre los árboles, como si nunca hubiera estado allí. Con pasos rápidos, los tres hermanos salieron del bosque y corrieron hacia casa.
Al llegar, su madre los encontró preocupada, pero aliviada al verlos de vuelta.
"¡Dónde estaban!" - exclamó.
"Estuvimos perdidos, pero conocimos a un zorro mágico que nos ayudó a volver" - dijo Nicolás, mientras los otros asentían con la cabeza.
Esa noche, antes de dormir, los hermanos se acurrucaron juntos, recordando su aventura en el bosque y el zorro que los ayudó. La experiencia les enseñó que, aunque a veces pueden perderse, siempre pueden encontrar el camino de vuelta si trabajan juntos y mantienen la esperanza.
Y así, cada vez que miraban hacia el bosque, sonreían sabiendo que había magia en su interior, y que el trabajo en equipo es la clave para superar cualquier obstáculo.
FIN.