Los Hermanos Traviesos



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanos que se llamaban Jeremy y Jehiel. Jeremy era un niño de diez años, y a menudo se comportaba como un pequeño aventurero. Jehiel, su hermana, tenía ocho años y se creía una estrella del circo. Pero había algo que los unía: su rechazo a ayudar en casa.

Siempre era la misma historia. Un día, mientras su madre estaba ocupada en la cocina, les pidió que la ayudaran con algunas tareas.

"¡Jeremy, Jehiel!" - gritó su mamá desde la cocina. "¿Pueden venir a ayudarme a poner la mesa?"

"¡Ay, mamá!" - respondió Jeremy mientras lanzaba un almohadón al aire. "No tengo tiempo, estoy buscando un tesoro en el jardín."

"Sí, ¡el tesoro de la diversión!" - añadió Jehiel, haciendo una voltereta en el salón.

Sin embargo, su madre era muy paciente. Ella sabía que sus hijos eran traviesos, pero también tenía un plan. Esa tarde, se les ocurrió una forma de hacer que se divirtieran mientras ayudaban en casa.

"Está bien, chicos. Entonces, ¡tendrán que encontrar los ingredientes para una receta secreta!" - dijo su madre, con una sonrisa.

"¿Receta secreta?" - preguntó Jehiel, sus ojos brillando de curiosidad.

"¡Sí! Pero solo podrán descubrirla si me ayudan. ¿Quieren saber qué es?"

"¡Sí!" - exclamaron al unísono, cada uno poniendo una mano en el corazón como si hicieran un juramento de caballeros.

Así, la madre les dio una lista de ingredientes que necesitaban encontrar en la cocina y en el jardín. La aventura había comenzado.

Jeremy y Jehiel corrieron a buscar los ingredientes. Encontraron tomates, lechugas y un poco de queso. Pero había un ingrediente especial que tenían que conseguir: unas hojas de menta que estaban en la huerta.

"¡Yo te ayudo!" - dijo Jehiel, corriendo hacia el jardín.

"¡No, yo quiero buscarlas!" - gritó Jeremy, empujando a su hermana suavemente.

Al principio, se pelearon un poco. Pero pronto se dieron cuenta de que era mucho más divertido trabajar juntos.

"Si recolectamos las hojas juntas, tardaremos menos y podremos jugar más!" - sugirió Jehiel.

"Tienes razón. ¡Vamos, equipo!" - respondió Jeremy, hablando como si fueran héroes de una película de acción.

Al finalizar la recolecta, regresaron a la cocina y se pusieron a preparar la receta. Su madre les enseñó a mezclar los ingredientes mientras ellos ponían mucha atención y se reían en el proceso.

"Mira, ¡parece una poción mágica!" - gritó Jehiel mientras mezclaba el tomate con el queso.

"¡Con un toque de menta, será el manjar del año!" - bromeó Jeremy, haciendo una pose de chef.

Finalmente, la cena estaba lista. La familia se sentó a la mesa, y al probar su plato, sus papás se sorprendieron.

"¡Está delicioso!" - exclamó su madre.

"¡Nosotros lo hicimos!" - dijeron los hermanos, llenos de orgullo.

Desde ese día, Jeremy y Jehiel aprendieron que ayudar en casa no solo era una responsabilidad, sino que podía ser muy divertido.

Y así, cada vez que su madre necesitaba ayuda, no dudaban en ofrecer su mano, sabiendo que cada tarea podía convertirse en una nueva aventura.

Como resultado, la casa se convirtió en un lugar lleno de risas, juegos y, sobre todo, amor. Los hermanos traviesos habían descubierto el verdadero tesoro: la alegría de compartir el trabajo y el tiempo juntos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!