Los Hermanos Valientes y la Bruja del Bosque



Había una vez, en un pequeño pueblo al borde de un denso bosque, dos hermanos llamados Lucas y Sofía. Tenían una gran curiosidad y valor, pero sobre todo, un aprecio especial por la naturaleza. Un día, decidieron explorar el bosque para buscar alimentos frescos y quizás un poco de aventura.

"¿Te imaginás todo lo que podemos encontrar?", dijo Lucas entusiasmado, mientras ajustaba su mochila.

"Sí, pero no debemos alejarnos demasiado. Hay que volver antes de que oscurezca", respondió Sofía, siempre un poco más cautelosa.

Mientras caminaban, se maravillaban con las flores, los árboles y los pájaros cantores. Recolectaron frutos silvestres y algunas hierbas. Sin embargo, después de un tiempo, se adentraron más de lo que habían planeado. Fue en ese momento cuando escucharon una risa escalofriante.

"¿Escuchaste eso?", preguntó Sofía, frunciendo el ceño.

"Sí, pero quizás sea solo un animalito", respondió Lucas, aunque no estaba tan seguro.

Debido a su curiosidad, ambos decidieron seguir el sonido y, tras dar unos pasos más, encontraron una pequeña cabaña hecha de dulces y caramelos. Sus ojos brillaron al ver la casa tan deliciosa.

"¡Mirá, Sofía!", exclamó Lucas. "¡Está hecha de golosinas!"

"Espera, Lucas. Esto no es normal. No tenemos que acercarnos", advirtió Sofía.

Pero Lucas, que no podía resistir la tentación, dio un paso hacia la casa. De repente, la puerta se abrió y apareció una bruja con una gran sonrisa.

"¡Hola, mis pequeños! ¡Vengan, venínganse a disfrutar de mis golosinas!" dijo la bruja, mirando a los hermanos con avidez.

"Gracias, señora, pero sólo estamos de paso", respondió Sofía, sintiendo un escalofrío.

La bruja, que había estado esperando a que unos niños se acercaran a su casa, no se dio por vencida.

"Pero seguro que quieren probar un poco de chocolate, ¡es el mejor del bosque!" dijo, mientras los invitaba a entrar.

Lucas, sin dudar, se dejó llevar. Sofía, preocupada, tomó la mano de su hermano.

"No deberías, Lucas. No confío en ella."

"Vamos, un poco no hará daño", insistió Lucas, pero su instinto estaba comenzando a fallar.

Una vez dentro, la bruja cerró la puerta rápidamente, revelando su verdadera intención: atraparlos.

"¡Ahora tengo a los dos!", exclamó la bruja. "Estaba cansada de los frijoles, ¡los voy a guisar para la cena!"

Sofía, que había estado observando, recordó algo que su abuela le había enseñado sobre el ingenio y la astucia.

"¡Espera! Si nos cocinas, ¿Qué vas a hacer con los dulces?" le preguntó, tratando de ganar tiempo.

"Voy a tener que tirarlos, no podré comer eso después de cocinarlos."

La bruja, intrigada por la pregunta, se detuvo.

"¿Y qué querés sugerir?"

Sofía vio su oportunidad.

"Si nos dejas ir, podemos traerte aún más dulces que nunca antes has probado. Podemos buscar lo mejor del bosque y traerte una buena provisión."

"¿En serio?", preguntó la bruja, encariñándose rápidamente con la idea.

"Sí, pero solo si nos dejas en paz. Prometemos traerte los mejores dulces", aseguró Lucas, apoyando a su hermana.

La bruja pensó por un momento y, al ver la determinación en sus ojos, asintió.

"Está bien, pero si no vuelven con lo prometido, se convertirán en mi cena."

"¡Prometemos que volveremos!"

Los hermanos escaparon de la cabaña antes de que la bruja cambiara de idea. Corrieron como si la bruja estuviese detrás de ellos, volviendo al sendero que conocían, todavía con la adrenalina en sus cuerpos.

Ya en la seguridad del bosque, se pusieron a pensar en cómo conseguir algo realmente especial.

"¿Qué tal si pedimos ayuda a los animales del bosque? Asegurémonos de recolectar los mejores dulces", sugirió Sofía.

"¡Buena idea! Podemos pedirle a los pájaros que nos ayuden a recolectar frutos y a las ardillas que nos traigan nueces", respondió Lucas emocionado.

Así fue como los hermanos se unieron con sus amigos del bosque: los pájaros, las ardillas y hasta un viejo zorro que conocían. Juntos, trabajaron duro durante el día, recolectando golosinas naturales: frutas jugosas, nueces crujientes y hasta miel de los panales.

Cuando volvieron a la casa de la bruja, esta no podía creer lo que veía.

"¡Esto es increíble!", dijo la bruja, sorprendida por la generosidad de los hermanos.

"¿Verá que no somos una cena?", preguntaron ellos al unísono, sonriendo con picardía.

"Sí, parece que no los voy a comer después de todo", dijo la bruja, giñando un ojo. Y así comenzó una nueva amistad.

Desde aquel día, la bruja, los hermanos y los animales del bosque compartieron risas y dulces. Aprendieron que la bondad y la generosidad podían cambiar incluso el corazón del ser más inesperado.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Todos aprendieron que a veces, lo más dulce no son solo las golosinas, ¡sino la amistad y el trabajo en equipo!

FIN.

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