Los Hermanos y el Bosque Encantado
Era un soleado sábado de primavera cuando Sofía y Tomás decidieron salir a explorar el bosque que estaba justo detrás de su casa. La mamá les había advertido sobre lo fácil que era perderse, pero la curiosidad de los niños era más fuerte que sus miedos.
"Vamos a descubrir secretos, Tomás!" - dijo Sofía, con su mirada brillante de emoción.
"Sí, pero tené cuidado, Sofía. No quiero quedarme solo" - respondió Tomás, un poco inquieto.
Los hermanos se adentraron en el bosque, maravillándose con los árboles gigantes y las flores de colores vivos. Después de un rato de caminar y jugar, se dieron cuenta de que habían ido tan lejos que ya no podían ver el camino de regreso.
"¿Dónde estamos?" - preguntó Tomás, sintiendo que se le aceleraba el corazón.
"No te preocupes, seguro que si caminamos un poco más encontramos una salida" - dijo Sofía, intentando sonar más valiente de lo que realmente era.
Mientras caminaban, comenzaron a escuchar sonidos extraños. Era un murmullo suave que venía de entre los árboles. Decidieron seguirlo, pensando que tal vez podría guiarlos a la salida. Sin embargo, se encontraron con un pequeño duende azul, que los miraba con curiosidad.
"¡Hola, pequeños! Soy Píxel, el guardián de este bosque encantado. ¿Qué les trae por aquí?" - preguntó el duende.
"Nos perdimos mientras explorábamos," - respondió Sofía, tratando de no mostrar su nerviosismo.
"No se preocupen, yo puedo ayudarlos. Pero primero, deberán resolver una adivinanza. Si la resuelven, los guiaré a la salida. ¿De acuerdo?" - dijo Píxel, sonriendo.
Los hermanos asintieron. Píxel les dijo la adivinanza:
"Soy liviano como una pluma, pero ni los hombres más fuertes pueden sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?"
Sofía y Tomás se miraron, pensativos.
"¡Es el aliento!" - exclamó Sofía de repente, recordando una explicación que había escuchado en la escuela.
"¡Correcto!" - dijo Píxel, asombrado. "Ustedes son muy inteligentes. Ahora los llevaré a casa, pero antes, necesito que me ayuden con otra cosa".
"¿Con qué?" - preguntaron los hermanos al unísono.
Píxel les explicó que el bosque había perdido su magia porque los habitantes del lugar ya no compartían historias.
"Si me cuentan una historia de su hogar, yo podré devolverle la magia al bosque" - sugirió el duende.
Sofía y Tomás se miraron por un instante.
"¡Yo sé!" - dijo Tomás. "Podemos contarles sobre la vez que hicimos el mejor picnic en el parque y conocimos a un perro que nos siguió hasta la casa. ¡Era tan divertido!"
Los hermanos comenzaron a contar la historia, entre risas y algunos gestos. Mientras lo hacían, vieron cómo el bosque comenzaba a iluminarse, con luces brillantes que danzaban a su alrededor.
"¡Están haciendo que la magia regrese!" - exclamó Píxel, saltando de felicidad.
Cuando terminaron su historia, el duende les agradeció.
"¡Han salvado el bosque! Ahora lo único que falta es llevarlos a casa. Sigan mi camino y no se preocupen, que yo cuidaré que no se desvíen".
Así, Píxel los guió a través de los senderos del bosque encantado, llenos de ruidos cálidos y luces brillantes, hasta que finalmente vieron el hogar de sus padres.
"¡Mirá, Sofía! La casa!" - gritó Tomás, con una sonrisa de alivio.
"¡Gracias, Píxel!" - dijeron los hermanos al unísono, abrazando al duende.
"Recuerden, la próxima vez que salgan a explorar, cuenten historias. La magia nunca se pierde si la compartimos con otros" - dijo Píxel, antes de desaparecer entre los árboles.
De vuelta en casa, Sofía y Tomás prometieron no solo explorar el mundo juntos, sino también compartir historias de aventuras. Al finalizar el día, mientras se preparaban para ir a dormir, Sofía le dijo a su hermano:
"Hoy aprendimos algo muy importante: nunca subestimar el poder de una buena historia."
"Y del trabajo en equipo," - añadió Tomás, sonriendo. Así, los hermanos se quedaron dormidos, soñando con nuevas aventuras y el remanente de la magia del bosque encantado.
FIN.