Los Hermanos y el Hombre de la Selva



Era una radiante mañana de verano cuando los tres hermanos decidieron que era el momento perfecto para acampar en la selva. Jean, el mayor, llevó la mochila más pesada, repleta de provisiones. Jahel, el mediano, siempre curioso, traía su viejo cuaderno para dibujar. Por último, Liz, la más pequeña, tenía su linterna favorita.

"¡Vamos, chicos! ¡Esta aventura será inolvidable!" exclamó Jean mientras se cubría la cabeza con una gorra.

"Sí, y espero ver muchos animales para dibujar " añadió Jahel emocionado.

"Yo solo quiero hacer malvaviscos al fuego" dijo Liz mordiéndose el labio.

Caminaron durante horas, disfrutando del canto de los pájaros y del suave murmullo del arroyo cercano. Sin embargo, algo inesperado ocurrió. En medio del frondoso bosque, se encontraron con un hombre extraño que parecía vivir en la selva. Tenía una larga barba y pinturas en su rostro.

"Hola, viajeros. Soy el Hombre de la Selva. ¿Qué los trae por aquí?" preguntó con voz profunda.

"Estamos acampando para tener aventuras, ¿y usted?" se animó Jahel a preguntar.

En lugar de sentirse asustados, los hermanos se sintieron intrigados. El Hombre de la Selva les sonrió.

"Yo cuido de esta selva y de los secretos que guarda. Si quieren ser parte de esta aventura, deben ayudarme a encontrar una planta mágica que se ha perdido. Esta planta es muy importante porque tiene el poder de sanar la tierra."

"¿Y cómo podemos ayudar?" preguntó Liz, con su curiosidad a flor de piel.

El hombre sacó un mapa antiguo y lo extendió delante de ellos.

"Debemos ir a la Cueva Susurrante. Allí, la planta crece en la oscuridad. Pero debemos tener cuidado, ya que la cueva tiene muchos pasajes y puede ser confusa."

"¡Nosotros podemos encontrarla!" exclamó Jean, decidido.

Así que los hermanos y el Hombre de la Selva se pusieron en marcha hacia la cueva. Al acercarse, oyeron un susurro tenue que parecía provenir de su interior.

"¿Escuchan eso?" dijo Jahel, entusiasmado.

"Sí, pero debemos concentrarnos y no perdernos", sugirió Liz, recordando las historias que su hermano le contaba sobre lugares oscuros y misteriosos.

Entraron a la cueva y, como había advertido el hombre, se encontraron con varios caminos.

"¿Por dónde seguimos?" preguntó Jean, mirándose a los ojos.

"Sigamos el camino que tiene más humedad, esto suele indicar que hay agua y, por lo tanto, la planta puede estar cerca" propuso el Hombre de la Selva.

Avanzaron, pero de repente se encontraron en un pasaje lleno de ecos.

"¡Esto no me gusta!" dijo Liz.

"No te preocupes, estamos juntos. Vamos a encontrarla", intentó tranquilizarla Jahel.

Al llegar a una pequeña cámara, vieron una luz tenue en el centro. Se acercaron. Allí estaba la planta mágica, brillando como si estuviera viva. Pero antes de que pudieran tocarla, escucharon un rugido bajo.

"¡Cuidado!" gritó Jean. Una sombra se movía rápidamente hacia ellos.

"Es un jaguar!" exclamó Jahel.

"Este es su hogar, debemos ser cuidadosos" dijo el Hombre de la Selva.

Entonces, Jean tuvo una idea brillante.

"Liz, usa tu linterna para deslumbrarlo, ¡Jahel, tú dibuja un mapa de la planta!"

"¡Buena idea, Jean!" gritó Jahel mientras sacaba su cuaderno.

Con la linterna encendida, lograron despejar la vista del jaguar lo suficiente como para acercarse a la planta. Jahel rápidamente hizo un boceto de la planta, y con cuidado, el Hombre de la Selva la recogió.

"¡Lo logramos!" exclamó Liz, llena de alegría.

"Sí, gracias a nuestro trabajo en equipo" añadió Jean.

Saliendo de la cueva, el Hombre de la Selva sonrió.

"Han demostrado mucho coraje y trabajo en equipo. Ahora, gracias a ustedes, puedo proteger esta selva y la vida en ella."

Los hermanos regresaron a sus casas con sus corazones llenos de orgullo y recuerdos inolvidables de su aventura en la selva. Cada uno de ellos aprendió que juntos eran más fuertes y que la naturaleza siempre guarda secretos maravillosos que vale la pena descubrir.

FIN.

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