Los Hermanos y el Misterio del Juguete Perdido



Había una vez cuatro hermanos y una hermana que vivían en un colorido barrio de Buenos Aires. Dudis, el más pequeño, apenas había llegado al mundo dos días antes. Emili, la hermana mayor, tenía diez años; Esequiel, el hermano casi mayor, tenía ocho; y Lorenzo, el mayor, era un aventurero de nueve años.

En su casa, siempre había risas, pero también peleas. Los hermanos solían discutir sobre los juguetes.

Una mañana, mientras los hermanos jugaban en el jardín, Emili dijo:

"¡Chicos! ¿Dónde está mi muñeca? La dejé justo aquí anoche."

"No lo sé, Emili. No la he visto", respondió Esequiel, mirando hacia otro lado.

"La muñeca es muy importante para mí. Necesito encontrarla. ¿Por qué no quitamos las hojas y buscamos?" sugirió Lorenzo, agachándose para mirar entre el césped.

Dudis, que empezaba a gatear, hizo un sonidito, como si quisiera ayudar.

"No te preocupes, Emili. La encontraremos", dijo Esequiel con confianza.

Los hermanos empezaron a buscar. Revisaron debajo de los arbustos, dentro de la casita del jardín y hasta en la caja de los juguetes, pero no había señal de la muñeca.

"Tal vez se aventuró a explorar el mundo", bromeó Lorenzo, mientras trataba de hacer reír a todos.

Sin embargo, Emili no estaba de humor para bromas.

"¡No es momento de reír! ¡Es mi muñeca!"

En medio de la búsqueda, Dudis, con su torpeza de bebé, comenzó a moverse y a tocar unos ladrillos que había en el suelo.

"¡Mirá!" exclamó Lorenzo, señalando a Dudis, "Tal vez él sabe algo que nosotros no."

Dudis sonrió, como si tuviera un secreto.

Entonces, todos se acercaron a ver qué había hecho. Para sorpresa de todos, Dudis había empujado un ladrillo que descubrió una pequeña caja enterrada en la tierra.

"¿Qué será eso?" preguntó Esequiel, maravillado.

Con cuidado, abrieron la caja. Dentro había una colección de juguetes antiguos, pero la muñeca de Emili no estaba allí.

"¡Es increíble!" dijo Lorenzo. "Siento que estamos en una búsqueda del tesoro."

"Sí, pero sigue sin aparecer mi muñeca", respondió Emili, cruzando los brazos.

"No desesperes, tal vez estos juguetes nos den pistas", propuso Esequiel.

Los hermanos decidieron investigar la historia de la caja.

"¿Y si le preguntamos a la señora Marta? Siempre cuenta historias interesantes sobre el barrio", sugirió Lorenzo, recordando a la anciana que vivía en la esquina.

"Es una gran idea", dijo Emili, recuperando un poco su entusiasmo.

Fueron a visitar a la señora Marta. Ella les contó que la caja había pertenecido a unos niños que vivieron en la casa hace muchos años.

"Ellos solían jugar y compartir todo. Un día, decidieron esconder sus juguetes favoritos en un lugar secreto. Tal vez lo que buscás esté cerca de ese lugar", les explicó la señora Marta.

Emili se sintió un poco mejor.

"¡Vamos a buscar más alrededor de la casa!" propuso animadamente.

Y así lo hicieron.

Exploraron cada rincón de su casa y, al llegar al desván, escucharon un ligero ruido.

"¿Qué fue eso?" preguntó Esequiel con emoción.

"¡Vamos a ver!" dijo Lorenzo, subiendo las escaleras.

Al abrir la puerta del desván, vieron a su perrito, Pipo, jugueteando con algo.

"¡Es mi muñeca!" gritó Emili, al darse cuenta de que la muñeca había terminado allí después de que Pipo la había arrastrado.

"Ves, Emili, ¡Pipo tenía la respuesta!", rió Lorenzo, aliviado de haber encontrado la muñeca.

"Gracias, Pipo. ¡Eras el detective!" saludó Esequiel, acariciando al perrito.

Emili abrazó su muñeca y miró a sus hermanos.

"Lo importante no es solo encontrar las cosas, sino vivir juntos esta aventura", reflexionó.

Y así, entre risas y juegos, los cuatro hermanos y su hermana se sintieron más unidos que nunca.

Siempre recordaron que los desafíos los podían acercar, y que aun en las peleas, al final, el amor y la amistad siempre ganaban.

Fin.

FIN.

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