Los Hermanos y el Televisor Mágico



En un pequeño departamento de Buenos Aires, vivían dos hermanos huérfanos: Pedro y Sofía. Estos niños eran inseparables. Cada día, después de hacer sus tareas, se sentaban frente a su viejo televisor, que parpadeaba y hacía ruidos extraños. Una tarde de verano, el televisor comenzó a brillar intensamente.

"¿Ves eso, Sofía?" - dijo Pedro con ojos desorbitados.

"Sí, parece como si nos estuviera llamando" - respondió Sofía, intrigada.

Sin pensarlo dos veces, los dos hermanos tomaron de la mano y se acercaron al televisor. Con un pequeño empujón, cruzaron la pantalla y, de repente, se encontraron en un mundo lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas.

"¡Esto es increíble!" - gritó Pedro emocionado.

"¡Mirá! Es un árbol de caramelos" - señaló Sofía.

Comenzaron a explorar aquel mundo mágico. Todo era un sueño: ríos de chocolate, montañas de galletas y flores que hablaban. Pero pronto, se dieron cuenta de que no todo era tan perfecto.

Conocieron a un pequeño duende llamado Lumín, quien les explicó que el mundo estaba bajo un hechizo. La reina Malefica, celosa de la felicidad de los demás, había robado el sol y lo había escondido en su castillo oscuro. Sin sol, el mundo se estaba marchitando.

"¿Podemos ayudar?" - preguntó Sofía, enérgica.

"Sí, pero es muy peligroso" - respondió Lumín. "La reina está muy enojada y no le gusta que la interrumpan".

Pero los hermanos no se dejaron desanimar. Con Lumín como guía, comenzaron su valiente aventura.

"Primero, debemos conseguir el mapa mágico" - explicó Lumín. "Está guardado por un dragón en la montaña de cristales".

Caminaron por senderos llenos de desafíos. Se encontraron con un río de caramelo que debían cruzar.

"Yo puedo nadar, pero necesitas un plan para no quedarte pegado" - dijo Pedro.

"Ya tengo una idea", respondió Sofía, y comenzó a juntar hojas grandes como remos.

Construyeron una pequeña balsa y navegaron con cuidado. Cuando llegaron al otro lado, pudieron ver la montaña de cristales a lo lejos.

Al llegar a la montaña, encontraron al dragón. Era una criatura imponente, con escamas brillantes como diamantes.

"¿Por qué han venido, pequeños?" - preguntó el dragón con voz profunda.

"Venimos por el mapa mágico que ayuda a encontrar el sol" - dijo Pedro con firmeza.

"¿Por qué debería dárselos?" - inquirió el dragón, escéptico.

Sofía, recordando lo que habían aprendido sobre la bondad, decidió hablar.

"Sabemos que la reina Malefica ha hecho cosas malas, pero todos merecen una oportunidad. Si nos ayudas, te prometemos que lo intentaremos".

El dragón observó a los hermanos por unos momentos, y luego sonrió.

"Tienen valía en sus corazones. Aquí está el mapa" - dijo, entregándoles un rollo brillante.

Con el mapa en mano, los hermanos se sintieron más seguros. Se dirigieron al castillo de la reina. Allí, atravesaron pasillos oscuros hasta que encontraron la sala donde estaba el sol, encerrado en una jaula de sombras.

"¿Cómo vamos a liberar el sol?" - murmuró Sofía, nerviosa.

"Creo que debemos unir nuestras fuerzas" - sugirió Pedro.

Ambos se tomaron de las manos y, llenos de amor y esperanza, comenzaron a cantar. Al principio, las sombras intentaron ahogarlos, pero la luz de sus corazones fue más fuerte.

Poco a poco, la jaula se fue deshaciendo, y el sol brilló con fuerza. La reina Malefica, al darse cuenta de que su poder se desmoronaba, trató de detenerlos.

"¡No! ¡Ustedes no pueden!" - gritó la reina.

"La bondad es más poderosa que la oscuridad" - respondieron a coro los dos hermanos.

Con la luz del sol iluminando todo, la reina Malefica se desvaneció, y el mundo volvió a renacer. Los colores, la música y la alegría regresaron.

"¡Lo logramos!" - exclamó Sofía, abrazando a Pedro.

"Gracias a nuestro amor y valentía" - dijo Pedro.

Los hermanos regresaron al televisor y volvieron a su hogar, con el corazón lleno de magia. A partir de ese día, aprendieron que un buen corazón siempre es capaz de lograr cosas increíbles y que juntos podían enfrentar cualquier desafío.

Cada vez que se sentaban frente al televisor, recordaban la aventura mágica que habían vivido, y agradecían haber tenido el coraje de ayudar a aquellos que lo necesitaban.

Desde entonces, cada vez que su viejo televisor parpadeaba, sonreían, porque sabían que el verdadero poder estaba en lo que llevaban dentro.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!