Los Huevos de Mamá Pata Nacen



En un hermoso estanque rodeado de verdes árboles y flores de colores brillantes, vivía Mamá Pata. Cada día, ella nadaba suavemente entre las hojas flotantes y enseñaba a sus tres pequeños patitos a chapotear y jugar en el agua. Un día, Mamá Pata notó que algo especial estaba por suceder. Sus tres huevos, que había estado cuidando con tanto amor, empezaron a moverse.

"¡Crac, crac!", hizo uno de los huevos.

"¡Miren, algo está pasando!", exclamó el patito mayor, que se llamaba Pipo.

Pipo, junto a sus hermanos, Lila y Tico, miraron con asombro cómo uno de los huevos se rompía lentamente. De ese huevo salió un patito amarillito y esponjoso, que emitía un suave chirrido.

"¡Hola, mundo!", dijo el patito recién nacido.

"¡Eres tan lindo!", dijo Lila, mirando a su hermano con ternura.

Poco después, los otros dos huevos también comenzaron a romperse. Los patitos nuevos, que se llamaban Bubu y Nene, pronto se unieron a la familia.

"¡Vamos a nadar!", gritó Tico mientras chapoteaba de alegría.

"Sí, pero primero tenemos que aprender a hacerlo bien", contestó Mamá Pata, que no podía ocultar su emoción.

Con el paso de los días, los patitos aprendieron a nadar, a buscar comida y a jugar juntos. Sin embargo, había algo que preocupaba a Mamá Pata.

"Chicos, hay que estar alerta. Luego de la lluvia, podríamos encontrarnos con el viejo zorro. Es astuto y siempre anda en busca de patitos como ustedes", les dijo Mamá Pata.

Los patitos, emocionados pero algo inquietos, prometieron escuchar a su madre. Un día, mientras jugaban a chapotear en el agua, de repente apareció el viejo zorro.

"¡Hola, pequeños!", dijo el zorro con una voz suave pero engañosa.

"¿Qué quieren hacer?", agregó mientras se acercaba lentamente.

"¡Vamos a jugar con nosotros!", dijo Pipo, tratando de ser valiente.

Pero Mamá Pata ya había notado la presencia del zorro y rápidamente intervino.

"¡Chicos, al agua!", gritó mientras hacía una señal con sus alas.

Los patitos saltaron al estanque como si fueran flechas. Al agua, con su madre siendo su fuerte escudo. El viejo zorro, sorprendido por la rapidez, se quedó en la orilla mirando.

"¡No se escapen!", llamó el zorro, pero Mamá Pata ya había enseñado a sus patitos que la unidad y el trabajo en equipo podrían mantenerlos a salvo.

"No los podrás atrapar, ¡tenemos que quedarnos juntos!", gritó Lila, mientras nadaban como un grupo compacto.

Cuando el zorro decidió meterse al agua, se dio cuenta de que había un problema: ¡no sabía nadar!"¡Vuelvan!", gritó mientras intentaba desesperadamente mantenerse a flote.

Los patitos rieron al ver al zorro en apuros.

"Mamá, ¿podemos ayudarlo?", preguntó Tico.

"No, mi amor. A veces hay que aprender que hay que respetar la distancia con quienes nos quieren hacer daño", explicó Mamá Pata.

Después de un rato, el viejo zorro salió del agua, cansado y derrotado.

"¡Volveré!", prometió, mientras se alejaba con la cola entre las patas.

Mamá Pata respiró aliviada.

"¿Ven? Por eso es importante estar siempre alertas y trabajar juntos", les dijo con una sonrisa.

Los patitos aprendieron una valiosa lección sobre el valor de la unidad y la importancia de escuchar a su madre. Desde entonces, no solo disfrutaron de sus juegos en el estanque, sino que también aprendieron a ser astutos y cuidadosos.

Los días pasaron, y con cada aventura vivida, los patitos se convirtieron en fuertes y sabias aves. El viejo zorro, al ver cuán unidos estaban, decidió buscar otros lugares donde buscar comida, dejando así que Mamá Pata y sus patitos pudieran disfrutar de su vida sin preocupaciones.

Y así se dieron cuenta de que siempre hay que trabajar juntos y que la valentía no solo significa ser fuerte, sino también proteger a los que amamos y respetar a los que no son amigos. Cuando perdieron el miedo al zorro, entendieron que

no debían dejar de ser astutos.

"Hoy hemos aprendido algo muy valioso", dijo Pipo al final del día.

"Sí, siempre juntos», respondió Lila.

"Porque juntos somos más fuertes", concluyó Tico.

Mamá Pata sonrió y los abrazó con sus alas, feliz y orgullosa de sus pequeños patitos. Y así, cada día era una nueva aventura, llena de amor, aprendizaje y juegos.

Y de esta manera, en el tranquilo estanque, los patitos de Mamá Pata se hicieron más fuertes, más inteligentes y sobre todo, un gran equipo.

FIN.

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