Los Juglares del Parque
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un parque donde todos los niños se reunían después de la escuela para jugar y divertirse. En el parque vivía un grupo de personajes especiales: los juglares. Cada uno de ellos tenía una historia y un talento único que compartían con los demás. Eran un grupo diverso que incluía a músicos, narradores de cuentos y hasta a un mago. Pero lo más importante, eran amigos.
Un día, mientras los niños jugaban, llegó un nuevo chico al parque. Su nombre era Lucas y era un poco diferente. Tenía una pierna lisiada, pero eso no lo detenía de intentar jugar como todos. Los otros niños, al ver a Lucas cojeando, comenzaron a cuchichear entre ellos.
"¿Por qué viene ese chico al parque si no puede jugar bien?", dijo Tomás, riendo.
"No se puede correr con una pierna así", agregó Ana, sin querer ser cruel.
Sin embargo, los juglares escucharon la conversación y decidieron actuar. El primer juglar, que se hacía llamar Pedro el Músico, se acercó a Lucas y le sonrió.
"Hola, amigo. ¿Te gustaría escuchar una canción?"
Lucas asintió, curioso. Pedro comenzó a tocar su guitarra mientras cantaba una canción alegre que hablaba de aventuras y sueños. Los ojos de Lucas brillaron.
"¡Qué lindo! Nunca escuché algo así", dijo Lucas con una sonrisa.
Luego, fue el turno de Clara la Narradora. Su voz dulce llenó el aire mientras contaba un cuento sobre un marino que desafió tormentas y encontró un tesoro escondido.
"A veces, lo que se encuentra en la vida no tiene que ver con dinero", continuó Clara. "¡Es la amistad y el coraje lo que realmente somos capaces de encontrar!"
Lucas se sintió inspirado. Aunque no podía correr como los demás, sus ojos reflejaban la curiosidad y la alegría. Los juglares notaron su pasión por las historias y las canciones. Así que decidieron invitarlo a unirse a ellos.
"¿Te gustaría ser uno de nosotros, Lucas?", preguntó el Mago, que hacía trucos con cartas y pañuelos. "Podrías contar historias o cantar, porque todo el mundo tiene algo que aportar."
Con un brillo en los ojos, Lucas respondió,
"¡Sí! Me encantaría!"
Los días pasaron y Lucas comenzó a practicar con los juglares. Aunque al principio dudaba, poco a poco se dio cuenta de que su talento era contar cuentos. Con cada relato que compartía, las risas y sonrisas se multiplicaban.
Sin embargo, un día, una tormenta se desató sobre el pueblo y su parque querido se llenó de barro. Los niños no podían jugar allí, y los juglares temieron que su magia se desvaneciera. Pero habían trabajado duro y, juntos, decidieron organizar un gran espectáculo en el centro del pueblo para recaudar fondos y arreglar el parque.
"¡Lucas, esta es tu oportunidad!", dijo Pedro. "Tu historia sobre el marino puede ser el centro de atención."
El día del espectáculo, el pueblo se reunió. Lucas subió al escenario, tomó una profunda respiración y comenzó a contar su historia. Su voz, llena de emoción, resonó en el corazón de las personas. Cuando terminó, hubo un momento de silencio, seguido de una ovación que llenó el aire.
Después del espectáculo, un anciano del pueblo se acercó a Lucas y le dijo,
"Nunca dejé de soñar en mis días jóvenes. Gracias por recordarme lo que significa no rendirse, joven amigo."
Lucas sonrió, sabiendo que su historia había tocado a alguien. Al final del día, los juglares habían reunido una buena cantidad de dinero, y el parque fue reparado.
El parque volvió a llenarse de risas, y Lucas se convirtió en una leyenda local, un verdadero juglar que inspiraba a otros a soñar con historias del corazón. Y así, en el parque, donde todos eran bienvenidos, cada niño, sin importar sus diferencias, aprendió que en la diversidad radica la verdadera alegría de la vida.
FIN.