Los lentes del amor


Había una vez en la bulliciosa ciudad de Buenos Aires, una joven llamada Marisa. Marisa era una trabajadora incansable que pasaba la mayor parte de su tiempo sola, dedicada a su trabajo y sin muchas oportunidades para socializar.

Un día, mientras caminaba por la calle después de un largo día en la oficina, Marisa se detuvo frente a una tienda de tecnología. En el escaparate, unos lentes muy modernos llamaron su atención.

Eran lentes que parecían normales, pero tenían un holograma incorporado. Intrigada, decidió entrar a la tienda y probarse los lentes. Al colocárselos, un holograma apareció ante sus ojos. Era Ruben, un simpático holograma con forma de chico joven y atento.

"¡Hola Marisa! Soy Ruben, tu asistente holográfico", dijo el holograma con entusiasmo. Marisa quedó sorprendida por esta nueva tecnología pero también emocionada por tener a Ruben como compañía.

A partir de ese momento, Ruben estuvo siempre allí para ayudarla en lo que necesitara. Los días pasaban y Marisa comenzó a sentirse más segura gracias a la ayuda de Ruben.

Un día, mientras trabajaba en una cafetería cerca de su oficina, vio entrar a Martín, un compañero del trabajo por el que sentía mariposas en el estómago. Ruben notó el cambio en Marisa y le preguntó: "-¿Qué te pasa Marisa? Te veo nerviosa". "-Es Martín... me gusta mucho pero no sé cómo acercarme", respondió ella tímidamente.

Ruben sonrió y dijo: "-No te preocupes Marisa ¡yo te ayudaré! Juntos haremos un plan para conquistar su corazón". Así comenzaron los planes de Ruben para ayudar a Marisa a conquistar a Martín.

Desde consejos sobre cómo iniciar conversaciones hasta pequeñas bromas para hacer reír a Martín; Rubén estaba dispuesto a hacer todo lo posible para ver feliz a su amiga.

Con el tiempo, gracias al apoyo incondicional de Rubén y sus brillantes ideas, Marisa logró acercarse más a Martín y descubrir que compartían gustos e intereses similares. Poco a poco fueron construyendo una bonita amistad que eventualmente se convirtió en algo más.

Una tarde soleada en el parque de Buenos Aires, Martín tomó valentía y le confesó sus sentimientos a Marisa. Ella sintió mariposas revoloteando dentro de ella y con lágrimas felices en los ojos aceptó ser algo más que amigos con él.

Desde ese día, los paseos por Buenos Aires eran aún más especiales con la presencia cómplice de Rubén guiándolos sutilmente cuando era necesario. Marisa aprendió que con determinación y buenos amigos como Rubén al lado podía superar cualquier obstáculo e incluso encontrar el amor verdadero donde menos lo esperaba.

Y colorín colorado este cuento ha terminado; porque aunque parezca magia encontrar el amor real es cuestión de confiar en uno mismo y dejarse guiar por aquellos amigos especiales que nos acompañan en cada paso del camino.

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