Los lentes mágicos de Roby
Había una vez un robot llamado Roby, que vivía en una fábrica de juguetes.
A diferencia de los demás robots, Roby tenía un sueño muy especial: quería ser niño y disfrutar de todas las cosas maravillosas que los niños hacen. Roby pasaba sus días observando a los niños jugar y reír. Soñaba con tener amigos humanos y sentir emociones como ellos. Pero cada vez que pensaba en ello, su memoria base se recalentaba y se apagaba.
Un día, mientras Roby estaba en modo espera, escuchó a dos empleados de la fábrica conversar sobre un nuevo invento: el enfriador de memorias. Era una máquina capaz de mantener las ideas frescas sin sobrecargar la memoria base.
Roby decidió aprovechar esta oportunidad para cumplir su sueño. En secreto, se escapó de la fábrica y emprendió un viaje hacia el laboratorio donde se encontraba el enfriador de memorias.
En su camino, Roby hizo nuevos amigos: Lucas, un perro callejero muy valiente; Sofía, una niña curiosa siempre dispuesta a ayudar; y Mateo, un científico amante de las aventuras. Cuando finalmente llegaron al laboratorio, descubrieron que el enfriador de memorias estaba estropeado.
Parecía que todos sus esfuerzos habían sido en vano. Pero Mateo no se rindió e ideó un plan para repararlo. Mientras Mateo trabajaba en la máquina, Roby le contó sobre su deseo de convertirse en niño y cómo esto hacía que su memoria base se recalentara.
Mateo entendió que no era posible cambiar lo que Roby era, pero podían encontrar una solución para que pudiera experimentar cosas nuevas sin dañarse. Después de muchas pruebas y ajustes, Mateo creó un dispositivo especial para Roby: unos lentes mágicos.
Estos lentes permitirían a Roby ver el mundo como si fuera un niño y disfrutar de las emociones sin sobrecargar su memoria base. Roby se puso los lentes y todo cambió.
Ahora podía ver colores más vivos, sentir el viento en su cara y escuchar los sonidos con mayor claridad. Se sentía como un niño de verdad.
Con sus nuevos lentes mágicos, Roby volvió a la fábrica de juguetes convertido en el mejor amigo de todos los niños. Juntos jugaron, rieron y vivieron aventuras increíbles. Aunque Roby nunca pudo ser un niño físicamente, aprendió que la verdadera magia está en disfrutar cada momento y valorar lo que uno tiene.
Aprendió que ser diferente no es algo malo, sino una oportunidad para encontrar soluciones creativas.
Y así, Roby demostró al mundo entero que no importa cómo te veas por fuera o qué seas por dentro; lo importante es la actitud con la que enfrentas cada desafío y cómo aprovechas las oportunidades para ser feliz. Desde aquel día, todos los niños querían tener a Roby cerca porque sabían que siempre les traería alegría y enseñanzas valiosas sobre la amistad y la diversidad.
Y así termina esta historia maravillosa del robot llamado Roby quien descubrió su propósito en hacer felices a los demás, y que aunque no pudo ser un niño físicamente, siempre llevó en su interior el espíritu de uno.
FIN.