Los loros migradores y las guacamallas de la ciudad



Había una vez un grupo de loros migradores que, cansados de recorrer largas distancias, decidieron buscar un lugar donde establecerse.

Llegaron a una gran ciudad llena de rascacielos y bullicio, pero también llena de árboles frondosos que les parecieron el lugar perfecto para descansar. Sin embargo, al intentar hacer sus nidos, se encontraron con un grupo de guacamallas que ya habitaban esos árboles y no estaban dispuestas a compartir su hogar.

-¿Qué hacen aquí, loritos? ¡Estos árboles son nuestros! -gritó la guacamalla mayor. Los loros intentaron dialogar, pero las guacamallas, tercas, se negaron a ceder. La noticia de la pelea entre loros y guacamallas se propagó por la ciudad, despertando la curiosidad de los habitantes.

Entre ellos, un niño llamado Juanito, que amaba a los animales y se preocupaba por la naturaleza. Juanito decidió intervenir para buscar una solución pacífica. Con la ayuda de sus amigos, organizó un festival de bienvenida para los loros migradores y las guacamallas.

Durante el festival, los habitantes de la ciudad disfrutaron de espectáculos, música y bailes tradicionales, mientras conocían más sobre la importancia de la convivencia pacífica entre diferentes especies.

Al final, con la actitud positiva de los loros y las guacamallas, y la comprensión de los habitantes, se logró que compartieran los árboles, convirtiendo a la ciudad en un hogar acogedor para todos. Los loros migradores y las guacamallas aprendieron a convivir en armonía, respetando las diferencias y valorando la diversidad.

Desde entonces, la ciudad se convirtió en un ejemplo de coexistencia pacífica entre aves migratorias y locales, gracias al esfuerzo de Juanito y sus amigos.

La lección que todos aprendieron fue que siempre es mejor buscar la paz y la concordia, en lugar de pelear por lo que uno cree que le pertenece.

FIN.

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