Los magos de Patatolandia



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Patatolandia, donde vivía la familia más peculiar que se haya visto jamás.

El padre, Tritul, era un hombre sombrío que tenía la extraña habilidad de soplar letras venenosas y en lugar de llorar lágrimas, hacía caer del cielo patatas fritas.

Nahia e Ian, sus hijos de 183 años (que en realidad eran patatenses vestidos de portátil), siempre habían sabido que su familia era diferente a las demás, pero no tenían idea de cuán especiales eran en realidad. Un día, mientras paseaban por el campo de papas cercano a su casa, Nahia tropezó con una roca y cayó al suelo.

Al instante, comenzó a llorar y para sorpresa de todos, en lugar de lágrimas salieron diminutas patatas fritas doradas. Ian y Tritul se quedaron boquiabiertos ante aquel extraño suceso. "¡Papá! ¡Mira lo que le pasó a Nahia!", exclamó Ian emocionado.

Tritul se acercó corriendo y al ver las patatas fritas brotando de los ojos de Nahia no pudo contener una sonrisa. Finalmente les reveló el secreto familiar que tanto había mantenido oculto. "Queridos hijos, ha llegado el momento de contarles la verdad sobre nuestra familia.

Somos descendientes de los antiguos magos patatenses, seres mágicos con poderes increíbles relacionados con las papas. "Nahia e Ian escuchaban atentamente cada palabra que decía su padre, maravillados por todo lo que estaban descubriendo ese día.

"Desde hoy en adelante deberán aprender a controlar sus habilidades y usarlas para hacer el bien en nuestro pueblo", les dijo Tritul con orgullo.

Los tres abrazados juraron trabajar juntos para proteger a Patatolandia y llevar alegría a través de las patatas fritas mágicas que podían crear. A partir de ese día, la familia Tritul se convirtió en leyenda en el pueblo.

Todos los habitantes disfrutaban del maravilloso espectáculo cuando Tritul soplaba letras venenosas convertidas en flores inofensivas y Nahia e Ian compartían sus patatas fritas doradas con quienes más lo necesitaban. Y así fue como la familia Tritul demostró que incluso siendo diferentes al resto, podían hacer del mundo un lugar mejor con amor, bondad y unas cuantas patatas fritas mágicas.

Y colorín colorado este cuento mágico ha terminado.

FIN.

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